Historias

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  En la carretera con ladrones

  «¡Dennos más!», exigieron los ladrones.

  Eran las nueve de la noche, y el equipo de distribución de la Biblia de[l pastor] Faisal estaba ansioso por llegar a casa. Después de entregar Biblias a once aldeas pakistaníes en tres días, habían tomado un atajo para llegar a casa más rápido. Pero cuando el equipo bajó la velocidad en su vieja furgoneta en un tramo de carretera lleno de baches con el fin de esquivarlos, se encontraron rodeados por una banda de ladrones de mala fama en esa parte de Pakistán.

  Rajehs, uno de los trabajadores que viajaba en la furgoneta, trató de razonar con los seis hombres armados mientras uno de ellos apuntaba con un arma al conductor y otro sostenía un arma contra la pierna de un pasajero. «Ya les dimos todo lo que traíamos —les dijo Rajehs—. ¿Por qué quieren matarnos?». Pero incluso mientras bajaban las ventanillas para entregar sus objetos de valor, sabía que los ladrones probablemente los harían bajar de la furgoneta y les dispararían uno por uno.

  —Tenemos Biblias —les ofreció Amber, de 13 años, la miembro más joven del equipo—. Por favor, tomen una Biblia.

  —¡No las necesitamos! —gritó uno de los ladrones, al tiempo que tiró la Biblia al piso.

  A una milla y media (un poco menos de dos kilómetros y medio) delante de ellos en el camino, el pastor Faisal y el resto del equipo esperaban nerviosamente en la primera furgoneta. No podían ver lo que sucedía detrás de ellos, pero sabían que algo andaba mal.

  Casi veinte tensos minutos más tarde, el equipo de la furgoneta se acercaba a toda velocidad hacia el grupo del pastor Faisal con las luces apagadas. Todos estaban conmocionados. Los ladrones les habían quitado su dinero y sus teléfonos, y Rajehs tenía un moretón en el cuello donde había sido golpeado con la culata de un rifle. Antes de dejarlos ir, los ladrones le habían dicho al equipo: «No miren atrás. No se detengan. No enciendan las luces. De lo contrario, les dispararemos por detrás».

  Los robos como el que experimentó el equipo del pastor Faisal son solo uno de los muchos peligros que los distribuidores de la Biblia encuentran en partes hostiles del mundo. El equipo del [pastor] Faisal pasa varias semanas cada año entregando Biblias gratuitas a creyentes de todo Pakistán que de otro modo no tendrían acceso a una.

  Estos trabajadores buscan a los cristianos que no tienen una Biblia por medio de confiar en que contactos locales les proporcionen los nombres de aquellos que las necesitan. La mayoría de los que reciben Biblias son nuevos en la fe.

  A pesar de que los viajes son peligrosos y agotadores, el [pastor] Faisal y su equipo se han comprometido con suministrar Biblias a quienes las necesiten. «Vamos a llegar —les dijo a los trabajadores de VOM—. Cumpliremos con nuestro compromiso».

  Con cada viaje, el equipo viaja cada vez más lejos. Justo antes de ser asaltados por los bandidos, habían distribuido más de setecientas Biblias a los creyentes entre el pueblo sij en la antigua ciudad hindú de Nankana Sahib.

  Muchos de estos creyentes están extremadamente agradecidos de finalmente tener su propia Biblia. «Gracias —le dijeron los creyentes en Nankana Sahib al equipo—. Son como agua para un alma sedienta».

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En la carretera con ladrones

«¡Dennos más!», exigieron los ladrones.

Eran las nueve de la noche, y el equipo de distribución de la Biblia de[l pastor] Faisal estaba ansioso por llegar a casa. Después de entregar Biblias a once aldeas pakistaníes en tres días, habían tomado un atajo para llegar a casa más rápido. Pero cuando el equipo bajó la velocidad en su vieja furgoneta en un tramo de carretera lleno de baches con el fin de esquivarlos, se encontraron rodeados por una banda de ladrones de mala fama en esa parte de Pakistán.

Rajehs, uno de los trabajadores que viajaba en la furgoneta, trató de razonar con los seis hombres armados mientras uno de ellos apuntaba con un arma al conductor y otro sostenía un arma contra la pierna de un pasajero. «Ya les dimos todo lo que traíamos —les dijo Rajehs—. ¿Por qué quieren matarnos?». Pero incluso mientras bajaban las ventanillas para entregar sus objetos de valor, sabía que los ladrones probablemente los harían bajar de la furgoneta y les dispararían uno por uno.

—Tenemos Biblias —les ofreció Amber, de 13 años, la miembro más joven del equipo—. Por favor, tomen una Biblia.

—¡No las necesitamos! —gritó uno de los ladrones, al tiempo que tiró la Biblia al piso.

A una milla y media (un poco menos de dos kilómetros y medio) delante de ellos en el camino, el pastor Faisal y el resto del equipo esperaban nerviosamente en la primera furgoneta. No podían ver lo que sucedía detrás de ellos, pero sabían que algo andaba mal.

Casi veinte tensos minutos más tarde, el equipo de la furgoneta se acercaba a toda velocidad hacia el grupo del pastor Faisal con las luces apagadas. Todos estaban conmocionados. Los ladrones les habían quitado su dinero y sus teléfonos, y Rajehs tenía un moretón en el cuello donde había sido golpeado con la culata de un rifle. Antes de dejarlos ir, los ladrones le habían dicho al equipo: «No miren atrás. No se detengan. No enciendan las luces. De lo contrario, les dispararemos por detrás».

Los robos como el que experimentó el equipo del pastor Faisal son solo uno de los muchos peligros que los distribuidores de la Biblia encuentran en partes hostiles del mundo. El equipo del [pastor] Faisal pasa varias semanas cada año entregando Biblias gratuitas a creyentes de todo Pakistán que de otro modo no tendrían acceso a una.

Estos trabajadores buscan a los cristianos que no tienen una Biblia por medio de confiar en que contactos locales les proporcionen los nombres de aquellos que las necesitan. La mayoría de los que reciben Biblias son nuevos en la fe.

A pesar de que los viajes son peligrosos y agotadores, el [pastor] Faisal y su equipo se han comprometido con suministrar Biblias a quienes las necesiten. «Vamos a llegar —les dijo a los trabajadores de VOM—. Cumpliremos con nuestro compromiso».

Con cada viaje, el equipo viaja cada vez más lejos. Justo antes de ser asaltados por los bandidos, habían distribuido más de setecientas Biblias a los creyentes entre el pueblo sij en la antigua ciudad hindú de Nankana Sahib.

Muchos de estos creyentes están extremadamente agradecidos de finalmente tener su propia Biblia. «Gracias —le dijeron los creyentes en Nankana Sahib al equipo—. Son como agua para un alma sedienta».

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  La salvación de una generación en Uganda

  Cuando Jovia Mulungi, de 9 años, abrió su Biblia por primera vez, supo que cambiaría su vida. Incluso a su temprana edad comprendió que la Palabra de Dios y las lecciones de vida que contiene la pondrían en el camino correcto.

  «Quiero aprender a tomar decisiones porque es bueno —dijo—. No quiero mentir. No quiero golpear a mis amigas. Quiero obedecer a mi mamá y a mi papá. Gracias por darme este libro para leer sobre las decisiones que tomó la gente. Quiero llegar a ser como Jesucristo. Oren también por mí».

  VOM distribuye Biblias para niños en las zonas rurales de Uganda donde el islam se está extendiendo rápidamente y las Biblias son raras incluso entre los adultos. Los padres quedan encantados cuando sus hijos reciben su propia Biblia.

  «Leí este libro como si leyera una novela, de tapa a tapa, para averiguar si había alguna falla en él antes de permitir que mis hijos lo usen —dijo Bridget Muwanga, la madre de otro niño que recibió una Biblia—. Me di cuenta de que lo necesito primero antes de poder transmitirlo. Me desafía en las decisiones que he tomado. Ahora lo estamos leyendo como familia, desafiándonos unos a otros. A mi marido le encanta».

  Como las Biblias se distribuyeron a un grupo de niños cristianos, algunos niños musulmanes cercanos preguntaron si también podían tener un ejemplar. Los miembros del equipo de distribución felizmente le dieron a cada uno su propio ejemplar.

  «Damos gracias a Dios por este ministerio y oramos para que podamos tocar a tantos niños y familias con el amor de Dios a través de este material —dijo un miembro del equipo de distribución—. Tomar las decisiones correctas siempre es un desafío, pero cuando instruimos a los niños a través de este material, seguramente estamos salvando a toda una generación».

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La salvación de una generación en Uganda

Cuando Jovia Mulungi, de 9 años, abrió su Biblia por primera vez, supo que cambiaría su vida. Incluso a su temprana edad comprendió que la Palabra de Dios y las lecciones de vida que contiene la pondrían en el camino correcto.

«Quiero aprender a tomar decisiones porque es bueno —dijo—. No quiero mentir. No quiero golpear a mis amigas. Quiero obedecer a mi mamá y a mi papá. Gracias por darme este libro para leer sobre las decisiones que tomó la gente. Quiero llegar a ser como Jesucristo. Oren también por mí».

VOM distribuye Biblias para niños en las zonas rurales de Uganda donde el islam se está extendiendo rápidamente y las Biblias son raras incluso entre los adultos. Los padres quedan encantados cuando sus hijos reciben su propia Biblia.

«Leí este libro como si leyera una novela, de tapa a tapa, para averiguar si había alguna falla en él antes de permitir que mis hijos lo usen —dijo Bridget Muwanga, la madre de otro niño que recibió una Biblia—. Me di cuenta de que lo necesito primero antes de poder transmitirlo. Me desafía en las decisiones que he tomado. Ahora lo estamos leyendo como familia, desafiándonos unos a otros. A mi marido le encanta».

Como las Biblias se distribuyeron a un grupo de niños cristianos, algunos niños musulmanes cercanos preguntaron si también podían tener un ejemplar. Los miembros del equipo de distribución felizmente le dieron a cada uno su propio ejemplar.

«Damos gracias a Dios por este ministerio y oramos para que podamos tocar a tantos niños y familias con el amor de Dios a través de este material —dijo un miembro del equipo de distribución—. Tomar las decisiones correctas siempre es un desafío, pero cuando instruimos a los niños a través de este material, seguramente estamos salvando a toda una generación».

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  El contrabandista de cuatro patas

  Después de que le ataron varias cajas con doscientas Biblias a su lomo, el asno y su adiestrador se dirigieron a la frontera con Siria con la esperanza de que los elementos de seguridad los dejaran pasar hacia el país devastado por la guerra. Anteriormente habían utilizado la misma ruta para contrabandear cincuenta Biblias a un grupo de creyentes sirios, pero se necesitaban más Biblias gracias al creciente número de musulmanes que se vuelven a Jesús.

  Cuando llegaron al punto de control fronterizo con su cargamento de doscientas Biblias, fueron rechazados por los guardias armados. Pero en lugar de admitir la derrota, el adiestrador del asno asumió un riesgo calculado: lo guio a lo largo de la frontera hasta ya no estar a la vista de los guardias, y luego, silenciosamente, lo envió a que cruzara la frontera por sí solo.

  El asno ya conocía el escarpado camino de una milla hacia Siria y había sido recompensado con una barra de chocolate en su último viaje por lo que el adiestrador estaba seguro de que podría hacer el viaje sin su ayuda. Y dado que los asnos transportan todo tipo de mercancías a través de la frontera, incluyendo contrabando como drogas y armas, el animal de carga no levantaría sospechas.

  Poco después de que el asno cruzó la frontera solo, el adiestrador recibió un mensaje de texto de sus contactos en Siria: «Envío recibido».

  «Es la historia de contrabando de Biblias más extraordinaria que he escuchado», dijo un trabajador de VOM. Pero por inusual que sea la historia, el aspecto verdaderamente sorprendente es la creciente demanda de Biblias proveniente de exmusulmanes en Siria.

  «Saber que las Biblias están entrando es un indicador de que hay crecimiento entre estos creyentes —dijo otro trabajador de VOM—. Eso es emocionante».

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El contrabandista de cuatro patas

Después de que le ataron varias cajas con doscientas Biblias a su lomo, el asno y su adiestrador se dirigieron a la frontera con Siria con la esperanza de que los elementos de seguridad los dejaran pasar hacia el país devastado por la guerra. Anteriormente habían utilizado la misma ruta para contrabandear cincuenta Biblias a un grupo de creyentes sirios, pero se necesitaban más Biblias gracias al creciente número de musulmanes que se vuelven a Jesús.

Cuando llegaron al punto de control fronterizo con su cargamento de doscientas Biblias, fueron rechazados por los guardias armados. Pero en lugar de admitir la derrota, el adiestrador del asno asumió un riesgo calculado: lo guio a lo largo de la frontera hasta ya no estar a la vista de los guardias, y luego, silenciosamente, lo envió a que cruzara la frontera por sí solo.

El asno ya conocía el escarpado camino de una milla hacia Siria y había sido recompensado con una barra de chocolate en su último viaje por lo que el adiestrador estaba seguro de que podría hacer el viaje sin su ayuda. Y dado que los asnos transportan todo tipo de mercancías a través de la frontera, incluyendo contrabando como drogas y armas, el animal de carga no levantaría sospechas.

Poco después de que el asno cruzó la frontera solo, el adiestrador recibió un mensaje de texto de sus contactos en Siria: «Envío recibido».

«Es la historia de contrabando de Biblias más extraordinaria que he escuchado», dijo un trabajador de VOM. Pero por inusual que sea la historia, el aspecto verdaderamente sorprendente es la creciente demanda de Biblias proveniente de exmusulmanes en Siria.

«Saber que las Biblias están entrando es un indicador de que hay crecimiento entre estos creyentes —dijo otro trabajador de VOM—. Eso es emocionante».