Personas de castas superiores de la India los evitaban. Estos dalits, los llamados «intocables», eran la casta más baja de la cultura hindú. Ser dalit es no tener esperanza del futuro. Sin embargo, una persona se preocupó por ellos, y estaba dispuesta a arriesgarlo todo para ayudarlos. Yesu Dasu amaba a los intocables, y puso ese amor en acción al hacerse amigo de ellos y ayudarlos. Cuando otros huyeron, él se acercó. Les devolvió su dignidad. Como un espejo del amor de Cristo, el predicador cristiano de cincuenta y dos años vino a traer sanidad a sus almas. El rugido del motor de la motocicleta afuera de su casa interrumpió la tranquila cena de Dasu y su familia. Cuando Dasu se levantó para mirar por la ventana, dos hombres comenzaron a golpear la puerta. «Yesu Dasu —gritaron—. ¡Abre! Alguien quiere hablar contigo, y debes venir con nosotros ahora». Dasu abrió lentamente la puerta y miró a los hombres. —¿Quién? —preguntó. —No hay tiempo para hablar. Debes venir con nosotros ahora —respondieron. Lo tomaron del brazo y lo llevaron a la motocicleta. La esposa de Dasu y sus hijos se quedaron mirando por la ventana mientras la motocicleta se alejaba. Después de acostar a los niños, su esposa esperó
Leer másLos gritos de alegría de los niños se escuchaban desde la calle. El padre Francisco Montoya se reía con ellos con una sonrisa de oreja a oreja. El sacerdote local estaba haciendo trucos de ilusionismo para los niños, deleitándose con las sonrisas que irradiaban de sus rostros. Este era el momento favorito de Montoya. Montoya llamó a los niños y les hizo sentarse mientras sacaba su clarinete. Los niños se sentaron hipnotizados mientras la hermosa música penetraba el aire y les llegaba al alma. Los adultos también se reunieron alrededor y dejaron que los sonidos los envolvieran. Montoya dejó de tocar el clarinete y comenzó a contar la historia de Jesucristo. La gente de Quibdó, Colombia, necesitaba escuchar el mensaje del evangelio más que la música. Dios utilizó la música para atraer a la gente y abrir sus corazones, y Montoya estaba ahora preparado para compartir las Buenas Nuevas con ellos. Al día siguiente, Montoya se levantó temprano para asistir a los servicios y comenzó a caminar desde Quibdó (capital del departamento del Chocó) hasta el pueblo de Nóvita. Viajaba a pie por toda la región, llevando las pertenencias necesarias en una cesta típica indígena. El tiempo pasó rápidamente mientras
Leer másBetty Stam sostenía a la bebé en sus brazos mientras le cantaba con suavidad, demasiado consciente de que esta era su última noche juntas. Su marido, John, atado a un poste de la cama, tampoco podía dormir. Hacía solo dos semanas que habían llegado a su puesto de misión con Helen Priscilla de tres meses llenos de esperanza y ansiosos por el ministerio. Pero en esta noche de invierno sus canciones de cuna silenciosas eran lamentos de despedida porque al día siguiente morirían. Betty Scott, hija de misioneros presbiterianos en China, se graduó del Instituto Bíblico Moody en 1931. Ya había aceptado el llamado de Dios al servicio de la Misión al Interior de China. El vínculo que sentía con John Stam, a quien había conocido en una reunión de oración por China, y su decisión mutua de servir a Cristo en medio de una peligrosa guerra civil no podría —no pudo— detenerla. Cuando fue asignada a una estación misionera en el interior, partió para China. Escribió: «Cuando nos consagramos a Dios pensamos que estamos haciendo un gran sacrificio y que estamos haciendo mucho por Él cuando en realidad solo estamos soltando algunas baratijas a las que nos habíamos aferrado;
Leer másEl pequeño número de niños de la aldea de Santana Ramos en Colombia disfrutaba al ir a la escuela y aprender de su maestra, Dora Lilia Saavedra. Oraba con ellos cada día y les hablaba de Jesús mientras aprendían. A veces también viajaba durante horas a pueblos más lejanos donde no había maestros para ayudar a los niños que vivían allí. Era una profesora bondadosa y cariñosa. Pero un día de noviembre la jornada escolar ordinaria de los niños se vio interrumpida cuando dos mujeres armadas, vestidas con botas y trajes militares, entraron a la escuela de una sola habitación y les dijeron que se fueran. «Hoy no habrá más escuela. Vayan a casa y vuelvan mañana», dijeron bruscamente. Los niños recogieron rápidamente sus pertenencias y salieron de la escuela, preguntándose qué iba a pasar. Dora Lilia y su marido, Ferley Saavedra, quien también daba clases en la escuela, sabían lo que iba a pasar, y estaban preparados. Los hombres que habían venido por ellos eran guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un movimiento marxista caracterizado por la amenaza, la fuerza y la violencia. Durante décadas han aterrorizado a los colombianos, y atacan especialmente a los cristianos.
Leer másCuatro chicas adolescentes caminaban por el camino que conduce al bachillerato cristiano Poso. El sol brillaba en un cielo despejado y las jóvenes esperaban otro día de clases. Era un día festivo para las escuelas islámicas de la zona, las cuales celebraban el mes sagrado del Ramadán. Pero en las escuelas cristianas como a la que asistían las cuatro chicas todavía había clases. Su amistad y compañerismo trajeron sonrisas a sus jóvenes rostros mientras disfrutaban de la tranquilidad de la mañana del sábado. La quietud del aire se rompió cuando seis hombres vestidos de negro y con velos que cubrían su rostro saltaron de los arbustos y corrieron hacia ellas. Antes de que las chicas pudieran moverse, los hombres rodearon a sus jóvenes víctimas y con saña comenzaron a blandir sus machetes. Mientras gritaban pidiendo ayuda, las adolescentes lucharon por sus vidas. Solo una, Noviana Malewa, fue capaz de escapar. Cubierta de sangre por las cortadas principalmente en su cara corrió a buscar ayuda. Los cuerpos de Theresia Morangkir y Yarni Samube (ambas de quince años) y Alfita Poliwo (diecisiete) fueron dejados en el suelo, sus cabezas, las cuales habían sido cortadas de sus cuerpos, habían desaparecido. Un par de
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