Si la reina y el arzobispo se hubieran salido con la suya, el predicador puritano John Penry simple y silenciosamente hubiera desaparecido de la faz de la Tierra. ¿Por qué si no sería arrastrado de repente, aproximadamente a la hora de la cena, de su celda cerca de Old Kent Road y se le diría que se preparara para la muerte? ¿Por qué si no se erigió tan rápidamente el cadalso y el comisario ordenó negar al condenado una cortesía habitual: un discurso de despedida afirmando su inocencia y lealtad? ¿Por qué si no, aparte del puro odio, el padre de cuatro hijas pequeñas sería condenado como un traidor sobre la base de escritos nunca publicados o presentados al público?

Penry nació en una granja cerca de Llangammarch, Cefn Brith, Gales, y se convirtió temprano en su vida a la fe protestante. En Inglaterra, ser un buen protestante era ser miembro de la Iglesia de Inglaterra, la cual reconocía a la reina como su cabeza. Un protestante impropio era parte de un movimiento de la iglesia disidente o libre, lo cual equivalía a la deslealtad a su majestad, potencialmente un acto de traición. Ese potencial podría ser una herramienta poderosa en manos de enemigos políticos, y Penry tenía uno: el arzobispo de Canterbury, John Whitgrift. Penry había criticado indirectamente al arzobispo por no proporcionar a Gales alimento cristiano en su tratado de 1587 titulado Equity of a Humble Supplication [El valor de una súplica humilde].

Tan indignado estaba el arzobispo que le ordenó al comisario de Northampton que registrara la casa de Penry en busca de documentos incriminatorios. De hecho, la misma prensa sin licencia que produjo el trabajo de Penry también estaba produciendo los ahora famosos tratados de Marprelate, una serie de golpes satíricos a los sacerdotes y la burocracia de la Iglesia de Inglaterra. Debido a que los tratados de Marprelate no tenían licencia, el tribunal de la Cámara Estrellada de Isabel I se interesó seriamente en encontrar y detener esas sátiras muy populares. Tal vez el comisario podría matar dos pájaros de un tiro.

Penry se deslizó hacia Escocia para evadir al comisario, pero regresó a Londres en 1592 para dedicarse a predicar en la sala de reuniones puritana cuyos dos pastores, Frances Johnson y John Greenwood, acababan de ser arrestados (y más tarde serían ejecutados). En marzo del año siguiente, Penry fue capturado por las autoridades y puesto bajo arresto por escribir críticas muy vehementes a la reina Isabel en su diario. El diario, inédito y simplemente un cuaderno personal, fue juzgado por contener «palabras criminalmente ideadas y escritas con la intención de excitar la rebelión y la insurrección en Inglaterra». Quien había rogado por pastores para Gales estaba ahora en condiciones de suplicar por su vida, y si no por su propio bien, por el de sus cuatro hijas pequeñas.

Pero la misericordia no iba a llegar. Una semana después de su juicio se dictó el veredicto; y cuatro días después de eso, Penry recibió repentinamente la orden de prepararse para su ejecución. A sus hijas llamadas —Deliverance [Liberación], Comfort [Consuelo], Safety [Seguridad] y Sure Hope [Esperanza Segura]— les escribió: «Yo, su padre, ahora dispuesto a dar mi vida… les encargo… que abracen este mi consejo… y que eduquen a su posteridad (si el Señor les concede alguna) en esta misma fe verdadera y camino hacia el Reino de los Cielos».

Penry fue llevado a un patíbulo construido rápidamente. El comisario llevaba su certificado de muerte por ahorcamiento, firmado primero, entre varios otros nombres, por el arzobispo Whitgrift, cuya laxitud hacia las iglesias en Gales había llevado primero a Penry a tomar una posición pública. Penry murió como un mártir protestante asesinado por protestantes ofendidos, parte de la lucha por el culto libre del control estatal.

Historias de mártires cristianos: John Penry
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