Después de que los islamistas secuestraran y asesinaran a seis cristianos en Burkina Faso, familiares y amigos fueron alentados a través de la comunión con el cuerpo global de Cristo”.

El día en que Emmanuel, el esposo de Mariam, fue asesinado, quedará grabado en su memoria para siempre.

Emmanuel vivía y servía como anciano de la iglesia en la aldea de Sebba, en Burkina Faso. Durante años, había proclamado activamente el Evangelio en la región que rodea su aldea y en las fronteras del país con Níger y Malí. Militantes islámicos del autoproclamado Estado Islámico (ISIS) y de Al Qaeda regularmente lanzan ataques desde esas dos naciones en el desierto del Sahara en África occidental. Y los cristianos en Burkina Faso han sido el objetivo principal de sus ataques desde abril de 2019, cuando islamistas atacaron cinco iglesias y asesinaron a unos 70 cristianos.

Desde entonces, se ha reportado el cierre de más de 200 iglesias en el norte y el este de Burkina Faso debido a cuestiones de seguridad, a la amenaza de nuevos ataques, y a que casi diez mil cristianos han huido de sus hogares. Mientras que apenas poco más de la mitad de la población de Burkina Faso es musulmana, los militantes buscan obligar a todos a convertirse al islam. Y aquellos que se niegan enfrentan consecuencias brutales.

“Había sangre por todas partes”, dijo Mariam sobre el sitio donde los militantes mataron a su esposo frente a ella un día de febrero de 2020. “Mi hijo mayor deseaba venir a ver a su padre —dijo— para ver su rostro”. Sus amigos trataron de evitar que entrara en la casa, pero finalmente entró a la fuerza. Cuando quitaron la tela que cubría la cabeza de Emmanuel, el hijo de Mariam vio que el cráneo de su padre había sido abierto.

Además de matar a Emmanuel, los militantes robaron todo lo que tenía valor, incluido el automóvil de la familia. Mariam y sus hijos se quedaron con nada más que un profundo dolor y trauma. “Tengo fotos [del crimen] —dijo el hijo de Mariam—, pero son tan horribles que no puedo mostrarlas a mis hermanos”.

Mientras la casa de Mariam estaba bajo ataque, otro grupo de islamistas atacaba la casa de su pastor, no muy lejos de ahí. Apenas un día antes, el pastor Armel había celebrado su vigésimo aniversario como líder de una iglesia local. Según su hijo, Saidou, el pastor Armel le dijo a la congregación durante la celebración del aniversario que quería que “pelearan la buena batalla de la fe”, como él lo había hecho durante dos décadas. También reconoció la creciente presión que él y todos los cristianos enfrentaban por parte de los militantes islámicos en el área. “No sé si estaré aquí parado el próximo domingo”, les dijo. El lunes, mientras visitaba a unos amigos, alguien le preguntó al pastor si estaba bien. “De momento estoy bien”, dijo. Su respuesta incierta sorprendió a una de sus hijas, quien preguntó: “¿Por qué respondes así?”. “En la vida, todo puede cambiar en un minuto”, dijo el pastor Armel. Y minutos después, cambió. 

Una banda de militantes islámicos entró repentinamente en la casa del pastor Armel, amenazando y robando a todos los presentes antes de obligarlos a salir de la casa. Entonces, los islamistas que acababan de matar a Emmanuel, el anciano de la iglesia, llegaron en su vehículo. Amenazando con pistolas, los islamistas secuestraron al pastor Armel, a varias de sus hijas, a su hermano y a algunos otros cristianos llevándolos al monte.

Durante tres días, los militantes trataron de persuadir a los cristianos para que se convirtieran al islam. Al principio, les dieron comida y los trataron con relativa amabilidad, instando a los jóvenes a tomar las armas y a unirse a su guerrilla. Y le prometieron al pastor Armel que si se convertía al islam, le darían un viaje a Malí, donde podría recibir entrenamiento para ser uno de sus líderes. Los cristianos fueron obligados a recitar versos del Corán, pero se negaron a ceder a las demandas de conversión. “Ninguno de los que estamos aquí se va a convertir en musulmán”, dijeron. Aunque permanecieron firmes en su fe, en ciertos momentos los cristianos temían por sus vidas. El pastor Armel les recordaba el Salmo 23, diciendo: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno”. Finalmente, los militantes liberaron a las mujeres y a algunos de los hombres más jóvenes. Después de llevarlos a una poca distancia, les dijeron que comenzaran a caminar y no miraran hacia atrás. Cuando el grupo se alejó, escucharon seis disparos, equivalente al número de cautivos restantes, incluido el pastor Armel.

Burkina Faso

Por la insistencia de amigos, la viuda del anciano Emmanuel, Mariam, salió de Sebba con sus nueve hijos después de escuchar que los terroristas planeaban regresar. “Dijeron que volverían —recordó— que aún no habían terminado”. Los amigos de Mariam le recordaron que “cuando Jesús era un bebé, también tuvo que huir porque el gobernante de la tierra quería matarlo”. Cuando los obreros de primera línea ministerial se enteraron de la situación de Mariam, le proveyeron a ella y a sus hijos para sus necesidades básicas y vivienda en un lugar más seguro. Mariam y su familia agradecieron la ayuda que recibieron del cuerpo global de Cristo, y ella dijo que asisten a la iglesia todos los domingos a medida que siguen adelante con sus vidas. “Den nuestra bendición a todos los que contribuyeron para apoyarnos —dijo Mariam—. No sabíamos que había personas muy, muy, muy lejos que oraban por nosotros. Y cuando lo supimos, nos animó. Esto refuerza nuestra fe en Dios. Nos mantendremos avanzando, aunque [Emmanuel] ya no esté con nosotros”. 

Siguiendo adelante bajo la sombra de la muerte
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