“Quiero que muera de la peor manera posible y se vaya al infierno”.

Esa fue la reacción inmediata de Pauline Ayyad cuando se supo que las autoridades locales habían identificado y arrestado al hombre que asesinó brutalmente a su esposo.

Rami Ayyad era director de la única librería cristiana en la ciudad de Gaza. Una tarde de 2007, poco después de cerrar la tienda al final del día, llamó a su familia y les dijo que estaba con unos hombres barbudos y que podría estar fuera por algún tiempo. Eso fue lo último que supieron de él. 

El cuerpo de Rami fue encontrado en un campo a la mañana siguiente. Le habían disparado y lo habían apuñalado en numerosas ocasiones.

Gaza tiene una población de cerca de dos millones de personas, de las cuales el 99,8% son musulmanes sunitas, y el territorio es gobernado por la organización de militantes palestinos Hamás. Los menos de dos mil cristianos que viven en Gaza pueden asistir a una de las únicas cuatro iglesias: una iglesia católica, una iglesia ortodoxa, una iglesia episcopal o una iglesia bautista. 

La librería donde Rami servía era administrada por la Sociedad Bíblica de Gaza y  estaba ubicada en el edificio de la Iglesia Bautista de Gaza.

Rami y Pauline habían sido miembros activos de la iglesia durante años, y Rami trabajaba en un banco para mantener a su familia. “Siempre, Dios puso en nuestro corazón el servirle — dijo Pauline—. En aquel entonces, no teníamos claro qué tipo de ministerio Dios quería que lleváramos a cabo”.

Dos años antes de su muerte, Rami sintió que Dios lo llamaba a renunciar a su trabajo en el banco para dirigir un ministerio de la Sociedad Bíblica en Gaza llamado “La Librería del Maestro”. El templo donde estaba ubicada recibía amenazas frecuentes y había sido bombardeado en dos ocasiones, por lo que el cambio de trabajo de Rami preocupaba a Pauline. “Yo tenía miedo —dijo—. Le dije que no me sentía cómoda porque tenía mucho miedo. Pero él sentía paz”. Aunque sus dos hijos eran pequeños, Rami oró y le dijo a Pauline que necesitaba obedecer lo que Dios había puesto en su corazón. La ansiedad inicial de Pauline disminuyó después de que Rami empezara a trabajar en la librería y los dos comenzaron a dirigir proyectos, como un estudio bíblico para niños. “Se convirtió en una vida normal —dijo Pauline— y el miedo se fue”.

Rami fue amenazado en varias ocasiones, incluso un par de semanas antes de su asesinato. Un jeque local entró a la tienda y le dijo que debía convertirse al islam. Pero Rami se negó respondiendo: “No puedo hacer que tu seas cristiano, y tú no puedes hacer que yo sea musulmán”. Siniestramente, el jeque respondió: “Sé cómo hacer que te conviertas en musulmán”.

Cuando Rami mencionó dicha confrontación a su esposa, solo dos días antes de su secuestro y asesinato, su actitud reflejaba solo paz y aceptación del peligro que enfrentaba. “¿Qué pueden hacer? —dijo confiadamente—. Lo único que pueden hacer es matarme, y entonces seré asesinado por causa de Cristo”.

Pero Pauline luchaba por entender cómo podía estar tranquilo. “Cuando me lo dijo, ¡él estaba feliz! —recordó—. Estaba hablando como si estuviera listo [para morir por su fe]. Dios lo estaba preparando, y Rami estaba listo”.

Por esas fechas, Rami le dijo a Pauline que unos hombres lo habían seguido a casa y lo habían mirado de forma amenazante. Pero como las autoridades locales habían hecho poco sobre las anteriores amenazas a la librería, ellos sintieron que no había nada más que pudieran hacer para garantizar su seguridad.

El 6 de octubre de 2007, alrededor de las cuatro treinta de la tarde, Rami cerró la librería y se dirigió a casa. Poco después, llamó a su hermana desde un número que ella no reconoció, y ella lo escuchó decir: “¿Qué quieres de mí? ¡No te conozco!”.

Cuando Rami no llegó a casa a la hora esperada, Pauline se preocupó y llamó a los líderes de la Sociedad Bíblica. Pero tampoco habían tenido noticias de él. Luego, alrededor de las seis de la tarde, Rami llamó a Pauline y le dijo que estaba en un viaje largo y que se iría por un tiempo.

A la mañana siguiente, el hermano de Rami la llamó para decirle que alguien había encontrado el cuerpo de Rami.

Pauline, que estaba embarazada de su tercer hijo, estaba devastada. “Yo lloraba y me quejaba”, dijo. Mientras oraba a Dios y se preguntaba por qué le había sucedido esto, recordó Romanos 8:28, que dice: “Y sabemos que para los que aman a Dios todas las cosas nos ayudan a bien”.

Pero Pauline no estaba lista para aceptar las palabras reconfortantes de las Escrituras. “En aquel entonces —dijo—, rechacé el versículo. ¿Qué cosa buena puede venir por la muerte de mi esposo?”.

La relación de Pauline con Dios sufrió durante meses tras el asesinato de Rami. “Estaba muy, muy enojada con Dios”, dijo. Ella cuestionaba por qué Dios había permitido que su esposo fuera asesinado, e incluso, por qué les había permitido casarse.

Ella sufrió depresión durante los siguientes cinco años. “Me sentía triste a menudo  dijo Pauline—, y le preguntaba a Dios: ‘Tú me hiciste viuda; ¿Por qué mis hijos no tienen padre?’”. Aunque esos años fueron difíciles, ella sabía que Dios aún estaba con ella. “Me despertaba, miraba a Dios y tomaba fuerza —dijo—. Cuando pensaba en mí y en mi situación, me deprimía, pero cuando miraba a Dios, Él me levantaba”.

Mientras superaba su dolor, la ira de Pauline creció hacia quienes mataron a su esposo. Al vivir en un área predominantemente musulmana, escuchaba el llamado islámico a la oración cinco veces al día, y cada llamada de los minaretes era como una eventual provocación.

Sus amigos cristianos instaron a Pauline a perdonar a los asesinos de Rami, pero ella sentía que era fácil para ellos decirlo cuando sus vidas no habían sido destruidas. “Cuando los creyentes me decían que necesitaba perdonar — dijo—, me molestaba”.

Los cristianos también la animaron a orar para que los asesinos de Rami llegaran a conocer a Cristo y así pudieran ir al cielo. “Yo rechazaba todo eso —dijo Pauline—. Para mí, que ellos recibieran a Cristo y fueran al cielo no era aceptable”.

Con el tiempo, el enojo de Pauline se convirtió en rabia, especialmente en torno al aniversario del asesinato de Rami. Pero finalmente ella llegó a agotarse por su enojo y comenzó a hacer una oración específica: “Sé que soy tu hija —oraba—, y que necesito perdonar, pero no puedo perdonar. Ayúdame; permíteme ser capaz de perdonar de una manera real”. Pauline dijo que hizo esa oración regularmente durante un año.

En el 2012, cinco años después de la muerte de Rami, Pauline y sus hijos fueron invitados a una conferencia sobre el perdón.

En un momento durante la conferencia, un pastor les pidió a todos que cerraran los ojos e imaginaran a la persona que necesitaban perdonar. Pauline inmediatamente imaginó al hombre que había matado a su esposo. Sabía que Dios quería que ella perdonara a ese hombre, quienquiera que fuera.

El último día de la conferencia, cuando el pastor preguntó si alguien quería oración para ayudarlos a perdonar, Pauline respondió. Mientras otros cristianos se reunían a su alrededor para orar, ella clamó a Dios: “¡Quiero perdonar!”. Pauline dijo que en ese momento sintió que el Espíritu Santo tocaba su alma.

“¡Abrí los ojos y me sentí como una persona nueva! —dijo—. Yo solía decirle a Dios:‘Estás enfadado conmigo porque no perdonaré’. Y yo lo escuchaba decir: ‘Sí, porque eres mi hija, y necesitas perdonar’”.

Después de la conferencia, Pauline comenzó a estudiar lo que la Biblia dice acerca del perdón. “Comprendí que no perdonar es un pecado —dijo—. Solía pensar que tenía derecho a no perdonar”.

En 2017, las autoridades arrestaron al presunto asesino de Rami. Pauline dijo que al principio el arresto reavivó su enojo, el cual había trabajado muy duro para superarlo. “Por un momento — dijo—, pensé que podría perder mi perdón hacia él”.

Además del asesinato de Rami, el hombre era sospechoso de matar a un líder de Hamás y a algunos policías palestinos. “En ese momento —dijo Pauline—, era como si Satanás me estuviera dando malas ideas acerca de la persona que mató a Rami, la persona que me convirtió en viuda”.

Pero Dios le recordó a Pauline acerca de su testimonio, que Rami había muerto a causa de su fe en Cristo y que ella ya había perdonado al asesino de Rami. “Así que me arrepentí de mis pensamientos — dijo—. Luego publiqué en línea que había renovado mi perdón hacia el hombre y que había orado por una bendición en su vida”.

La muestra pública de gracia de Pauline enfureció a muchos, incluyendo a algunos de sus familiares que querían venganza. Después de batallar para contarle a sus hijos sobre las presiones que enfrentaba y que Hamás planeaba ejecutar al asesino, le preguntó a George, su hijo mayor, qué pensaba del hombre que había asesinado a su padre.

“Me sorprendió su respuesta —recordó Pauline—. Él dijo: ‘Lo perdono y oro para que vaya al cielo y se reúna con mi papá’’”.

En la víspera de la ejecución del hombre, los cristianos de la familia de Rami instaron a Pauline a no volver a hablar sobre el perdón. Pero, así como su esposo había insistido años antes, ella creía que necesitaba obedecer a Dios.

El día de la ejecución, Pauline publicó otro mensaje. Después de describir el sufrimiento que había padecido desde la muerte de Rami, explicó que Dios la había llevado a perdonar a su asesino, enfatizando que la justicia está en las manos de Dios.

Pauline dijo que Dios usó su publicación en línea para cambiar los corazones de la gente. “Me sorprendió —dijo—. Las personas que estaban en mi contra, ahora estaban conmigo. Incluso la familia de Rami, después de leerla, me dijo que ahora ellos también perdonarían”.

El proceso de perdonar completamente no sucedió de la noche a la mañana para Pauline. “El perdón es una decisión — dijo—. Eso es lo que experimenté”. “No puedes perdonar en tus propias fuerzas, pero cuando tienes voluntad, una verdadera voluntad, una voluntad honesta para perdonar y la pones delante de Dios, Él te ayudará a perdonar. Yo pensaba que ya había perdonado, pero Dios me preparó hasta que pude disfrutar del verdadero perdón”.

Encontrando la voluntad para perdonar
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