“Dereje Tekle, un obrero de la primera línea de batalla ministerial en el sur de Etiopía, habló recientemente con los estudiantes de la escuela misionera de la cual se graduó. Les compartió sobre su formación cristiana en un área predominantemente musulmana y la persecución que sufrió como resultado del crecimiento de la iglesia en esa región. En 2017, los musulmanes amotinados golpearon, agredieron sexualmente y mataron a muchos cristianos, destruyendo más de dos mil casas y más de una docena de iglesias en un intento de expulsar a los cristianos de la región. El siguiente es un extracto editado del testimonio que compartió con los estudiantes”.

Dios hizo muchas cosas en mi vida en la escuela de misiones, Cuando los cristianos llegaron a mi región por primera vez, los musulmanes nos veían y se cubrían la nariz porque consideraban que los cristianos éramos apestosos. Nos odiaban.

Cuando tratamos de alcanzar a los musulmanes con el Evangelio, ellos no querían escuchar. Solo querían hablarnos de su fe. En ese tiempo comencé a pensar que los musulmanes tenían un espíritu malo. Pero cuando asistí a esta escuela, conocí lo que es un musulmán, lo que es el islam, de qué carecen los musulmanes y lo que necesitan. Después de eso, tuve una carga por los musulmanes y me propuse alcanzar a una familia musulmana con el Evangelio. Para lograr esa meta, comencé a mostrar a los musulmanes un amor que antes no tenía, y entonces los musulmanes se volvieron más abiertos a escuchar acerca de Jesucristo.

Me gradué de esta escuela durante el Ramadán. Debido a la carga que Dios me había dado por los musulmanes, ayuné con ellos durante los treinta días. Ellos ayunaban sin un motivo, pero yo ayunaba para verlos llegar a Cristo.

Un hombre de Arabia Saudita que vivía en mi área debido a su negocio de café, se me acercó durante el ayuno y finalmente me permitió compartir el Evangelio con él; ya lo había intentado antes sin éxito. Para mi sorpresa, me contó que había intentado suicidarse porque unos espíritus malignos lo estaban atormentando. Y debido a la vergüenza derivada de su intento de suicidio, su familia lo había abandonado. Me senté con él desde las diez de la mañana hasta las tres de la tarde, animándolo y orando por él. Luego dijo: “Quiero recibir lo que estás diciendo”. Ese día, a las ocho de la noche, él recibió a Jesús, y tres años después continúa siguiendo a Cristo.

En aquél tiempo, en 2016, muchas personas comenzaron a confiar en Jesucristo, lo que provocó los ataques por parte de musulmanes enojados al año siguiente. Mi iglesia fue destruida en octubre de 2017, un mes antes de que terminaran los ataques. Ese día, los creyentes se habían reunido y compartí con ellos un mensaje del Salmo 23 para animarlos; todos sabíamos que nuestra aldea sería atacada. Para cuando terminé de compartir la Palabra, los ataques habían comenzado. Escuché cómo golpeaban a la gente y vi casas incendiándose, así que corrí a mi casa tan rápido como pude para proteger a mi familia.

Cuando los atacantes llegaron a mi casa, me llamaron por mi nombre diciendo: “¡Dereje! ¡Dereje! ¡Sal! ¡Este es tu día y no escaparás!”.

Tomé a mi esposa e hijos, nos escabullimos por la parte trasera de nuestra casa y corrimos. A lo lejos, los vi destruir todo lo que poseíamos. Intentaron quemar la casa, pero estaba lloviendo. Algunos ex musulmanes, que ahora son miembros de la iglesia, me dijeron que yo era uno de los principales objetivos del grupo y que no pararían hasta haberme matado. Me instaron a salvar mi vida y la de mi familia.

Mi familia y yo huimos a otra ciudad, viajando a pie durante cinco días y durmiendo en la selva antes de llegar a un lugar seguro. En ese entonces teníamos un niño de 9 años, un niño de 5 y uno de 9 meses; además, nuestro hijo menor estuvo muy enfermo durante tres días mientras viajábamos. Temí que muriera, pero Dios fue fiel y lo salvó. Cuando finalmente llegamos, me encontraba tan débil que tuve que ser hospitalizado durante tres días hasta que me recuperé.

Una iglesia en el sur me apoyó por un tiempo; pero cuando ese apoyo cesó, yo no tenía los medios para mantener a mi familia. Permanecí inactivo durante un mes, sin saber qué hacer.  Entonces el secretario general del distrito se me acercó y me desafió a continuar en el ministerio. Me dijo que el apoyo llegaría.

Traje a mi familia a estas instalaciones de la escuela de misiones y nos quedamos aquí por un tiempo. Eso fue hace un año. Desde que comencé mis nuevas labores, cinco personas de origen musulmán han llegado a la fe en Cristo. Y tengo muchos amigos musulmanes que dicen que quieren que les enseñe. Siete personas con trasfondo de la Iglesia Ortodoxa Etíope también han llegado a conocer a Cristo. He regresado al lugar de los ataques en dos ocasiones desde que ocurrieron, y estoy dispuesto a volver a servir allí si Dios me llama a hacerlo.

¡Ustedes, estudiantes, son privilegiados de ser llamados por el Señor y de servirle aquí!. 

Anteriormente, no podía comunicarme bien con los musulmanes y no podía entenderlos. Pero ahora los musulmanes se comunican conmigo fácilmente. Sé que el Señor me llevará a las personas adecuadas. Aprendí una cosa del Señor acerca de compartir el Evangelio con los musulmanes: Necesitamos estar dispuestos, pero es el Señor quien toca los corazones y permite que haya fruto.

Dereje Tekle

“Amar primero, compartir después”
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