Alí era yihadista. Tenía una barba larga, vestía ropa blanca y estaba entrenado para luchar junto a los talibanes en Afganistán. Como musulmán devoto, exhortó a su madre y a sus dos hermanas a ser más religiosas, prohibiéndoles ver la televisión. 

Sin embargo, uno de los hermanos de Alí se había convertido al cristianismo. «Pensé que había dejado la verdadera religión y, de acuerdo con la ley islámica, merecía estar muerto —dijo Alí—. Le mostraba los versículos del Corán y le decía: “Mira, tienes que creer. Tienes que volver a creer en el islam”. Cada vez que empezábamos a hablar de esto, me decía que Dios me amaba y me hablaba del amor de Dios».

Alí pertenecía a una celula islamista que distribuía folletos sobre el ayuno, la vestimenta islámica y la participación en la yihad. Pero en 1992, tras una serie de medidas contra los islamistas, de repente se encontró en la cima de la lista de los más buscados del Gobierno argelino. Sus opciones eran quedarse en casa todo el tiempo o aventurarse y arriesgarse a ser arrestado.

Un día, frustrado con su autoimpuesto arresto domiciliario, fue a dar un paseo en autobús y se bajó en una parada al azar. Una joven en la parada del autobús le llamó la atención, por lo que le preguntó si podía hablar con ella. «No —le dijo sin rodeos—, no me hables. Soy cristiana». 

Alí se sorprendió, sobre todo porque era algo arriesgado para ella decirlo. Aún así, se sintió atraído por ella, por lo que intentó otro enfoque.

—Mi hermano es cristiano —le dijo.

—¿En serio? —preguntó.

Entonces, la joven le dijo que se había convertido en creyente escuchando estaciones de radio cristianas y escribiendo los versículos bíblicos que escuchaba. Nunca había conocido a un cristiano. 

A medida que la joven se sentía más cómoda hablando con él, ella audazmente le preguntó si podía conseguirle una biblia con su hermano. Ansioso por complacerla, Alí le consiguió una biblia, y en el proceso sintió curiosidad por lo que decía. Leyó la Biblia, comparó su enseñanza con el Corán y comenzó a hacer preguntas en la mezquita.

Entonces, una noche tuvo un sueño en el que Jesús le dijo: «Venid a mí todos los que estáis cargados, y yo os haré descansar». Alí despertó e inmediatamente sintió como si le hubieran quitado una carga de los hombros. «En ese momento —dijo—, me desperté y le dije: “Señor, perdóname. Tú eres el Cristo, Tú eres Dios y yo creo».

Alí finalmente se casó con Chaima, la chica de la parada de autobús, y hoy sirven como sembradores de iglesias y evangelistas entre algunos de los musulmanes más comprometidos en el oeste de Argelia. Han llevado a muchas personas a Cristo a lo largo de los años y actualmente dirigen varios grupos pequeños de iglesias caseras. A diferencia de los creyentes en la región de Cabilia, los cristianos en su área no pueden reunirse abiertamente. Se reúnen en casas, cafés o parques, y son vigilados de cerca por agentes de seguridad, quienes a menudo los llevan para interrogarlos. 

La policía ha expresado confusión sobre los dos diferentes Alí que ven en sus archivos. Cuando lo traen para interrogarlo, los inspectores sacan un expediente con la fotografía de un joven yihadista con el ceño fruncido y barba y un segundo expediente con la fotografía de un hombre bien afeitado de unos 40 años, que irradia luz.

—¿Cómo puedes ser estos dos? —preguntan. Alí entonces les comparte su testimonio:

—Solía verte como un enemigo de Dios —explica—, pero ahora te amo porque la Biblia dice que ames a tus enemigos. Eso fue lo que hizo Cristo para cambiar mi corazón.

Dos meses después de su reciente visita a la oficina de seguridad nacional, Alí le dijo a un obrero de VOM que los interrogatorios nunca lo asustan. Dijo que cuando era terrorista vivía con la muerte todos los días, ya que sus compañeros eran asesinados luchando contra el Gobierno; ahora vive en la promesa de la vida eterna. 

«Honestamente, la vida cristiana es una vida dolorosa», dijo Alí. Pero su alegría no se ve disminuida por las circunstancias diarias. «Cuando muera, sé a dónde voy». Y no anhela una vida más fácil en otro lugar. «Amo a mi país —dijo—. Argelia es un lugar donde los mártires cristianos han inundado la tierra con su sangre».

Aunque la ciudad donde trabajan Alí y Chaima es muy desafiante, Alí dijo que más personas quieren saber sobre Jesús. «[Si lo pensara] con mi mente personal, pensaría que tenemos mucha persecución, por lo que nadie estaría interesado —dijo—. Pero con mi fe veo lo contrario; hay mucha gente que quiere buscar a Jesús».

Cuando Alí y Chaima enseñan a los nuevos creyentes tienen cuidado de advertirles de los peligros que enfrentarán. Les explican que la persecución está garantizada, pero los alientan a confiar en que Jesús siempre estará con ellos. 

***

La historia de la Iglesia en Argelia habla de la obra de Dios para superar los mayores esfuerzos del Gobierno para detener la propagación del evangelio. Algunas Iglesias argelinas ahora están enviando obreros cristianos para compartir el evangelio con los árabes no solo en partes no alcanzadas de Argelia, sino también en todo el Medio Oriente. La Iglesia de Cabilia es una gran esperanza, no solo para Argelia, sino más allá de Argelia.

Hace treinta años, pocos podrían haber previsto tal movimiento de Dios en este país predominantemente musulmán. Pero Dios ha elegido a algunos de «estos mis hermanos más pequeños», el pueblo marginado de Cabilia, para compartir sus buenas nuevas en toda Argelia y edificar una Iglesia incontenible.

Antiguo yihadista convertido en sembrador de iglesias y evangelista
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