A pesar de ser amenazado de muerte y de ser repudiado por miembros de su familia, Dawo estaba decidido a compartir el evangelio con el pueblo fulani. Y su determinación no ha vacilado desde que perdió a su hermano. El día después de que el primo de Dawo le quemó su Biblia y lo echó de la casa, veinte jóvenes rodearon al nuevo creyente, lo tiraron al suelo y le ataron las manos y los pies con una cuerda. Cuando puso su fe en Cristo tres días antes, no podía haber imaginado que lo que estaba a punto de soportar cambiaría tantas cosas para tantos. Como miembro del pueblo fulani se suponía que Dawo era, y seguiría siendo, musulmán. Se había mudado a casa de su primo en una gran ciudad en el estado de Bauchi, Nigeria, con la intención de inscribirse en una escuela islámica. Sin embargo, su camino fue radicalmente alterado por una serie de sueños vívidos en los que vio el cielo y se encontró con Jesucristo. Impulsado por los sueños, usó el poco dinero que tenía para comprar una Biblia y aprender más sobre el cristianismo. Lo que descubrió lo llevó a abandonar su religión tradicional

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Categorías: Historia

El marido de Laila estaba ausente, y ella se quedó sola para cuidar de sus dos hijos. Era un invierno frío en Asia Central, y sus caseros la acababan de echar. «Si no te vas, quemaremos la casa y te quemaremos a ti también, si te quedas», le habían dicho. Laila y su familia habían sido rechazados por compartir a Cristo en la aldea, por lo cual, decidieron sacudirse el polvo, empacar y marcharse. La familia ha soportado muchas dificultades y seguirá haciéndolo, pero consideran que vale la pena. Todo empezó cuando Laila recogió un pedazo de basura del suelo. ENCONTRAR A DIOS A TRAVÉS DE LA BASURA Laila se sentó en la sala de espera del hospital mientras su esposo se preparaba para someterse a una cirugía por úlceras sangrantes. No se esperaba que sobreviviera, y ella se sentía absolutamente desesperada. Notó un poco de basura debajo de un banco, recogió el trozo de papel arrugado, lo alisó y vio que era un boletín cristiano que compartía los testimonios de otros cristianos. «Quería encontrar otras historias como esta, así que le pregunté a mi cuñada», dijo. Resultó que su cuñada también se había interesado en el cristianismo, y había

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Melissa tenía solo cuatro años cuando perdió a su madre. El 1 de julio de 2012, fue a la iglesia con su madre en Garissa, Kenia, como de costumbre. Melissa fue a la escuela dominical mientras que su madre, Sandra, se unió a la adoración con otros miembros de la iglesia Africa Inland Church. Pero el servicio terminó abruptamente cuando hombres armados irrumpieron en el santuario y abrieron fuego contra los fieles. Melissa se amontonó con los demás niños en la escuela dominical mientras los fieles huían del edificio. Más tarde, después de que otros padres ya habían recogido a sus hijos, la mejor amiga de Sandra recogió a Melissa y le dijo que su madre estaba en el hospital. Al día siguiente le dijeron que su madre había muerto. En el ataque, llevado a cabo por miembros del grupo militante musulmán Al Shabab, murieron 14 creyentes y 58 resultaron heridos. Doce niños quedaron huérfanos ese día, y La Voz de los Mártires ha ayudado a apoyarlos desde el ataque. Melissa está siendo cuidada por sus abuelos ancianos. Al igual que muchos en la zona, son agricultores de subsistencia en una región propensa a la sequía donde los cultivos no son

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Muchas de las víctimas de ataques que están siendo atendidas en un hospital de rehabilitación dirigido por cristianos en Gboko, estado de Benue, Nigeria, no pueden ocultar sus heridas. Los yesos y las muletas identifican claramente qué extremidades han sido heridas, o amputadas, por el machete de algún extremista musulmán. Pero las heridas que Solomon Samaila, de 25 años, recibió en un ataque en diciembre de 2013 contra su aldea en el estado de Taraba, Nigeria, son menos evidentes: tiene que mostrarlas. Después de compartir con tranquilidad y paciencia su historia del ataque, se quita la camiseta y se vuelve hacia la pared. Las cicatrices y las ampollas de su espalda muestran que ha sufrido quemaduras graves. Las quemaduras son el precio que Solomon pagó por rehusarse a negar a Jesucristo como su Señor. Es un precio que acepta humildemente. «Cristo mismo sufrió —dijo—. La salvación que tengo en Cristo no fue gratuita, sino que se pagó con un precio para salvarme. Así que, igualmente, siento que estoy preparado para sufrir en persecución por la salvación que tengo en Cristo. No volveré atrás». ATACADO POR SUS VECINOS El ataque a la aldea de Solomon no fue llevado a cabo por

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Habila Adamu y su familia despertaron por el sonido de alguien que estaba golpeando la puerta principal de su sencilla casa en el norte de Nigeria. Eran las 11 de la noche, mucho más tarde de la hora para una visita vecinal; por lo tanto, la única razón para que alguien estuviera llamando a la puerta era una emergencia o, peor aún, un ataque a su aldea. El golpeteo en la puerta fue seguido por el sonido de hombres que le gritaron a Habila para que saliera con su familia. Habila se apresuró a vestirse. Cuando entró a la estancia delantera con su esposa Vivian, y su hijo pequeño justo detrás de ellos, se encontró con unos intrusos que llevaban túnicas y máscaras. Uno estaba armado con un AK-47. Habila hizo una breve oración al Señor. Después de anunciar que estaban allí para hacer la obra de Alá, los hombres comenzaron a hacerle preguntas a Habila. Le preguntaron su nombre, su profesión, si era policía o militar y si era cristiano o musulmán. «Soy cristiano», respondió. Vivian estaba aterrorizada, sabiendo que los hombres eran miembros de Boko Haram. Los intrusos le dijeron a Habila que le estaban dando la oportunidad

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