Alí era yihadista. Tenía una barba larga, vestía ropa blanca y estaba entrenado para luchar junto a los talibanes en Afganistán. Como musulmán devoto, exhortó a su madre y a sus dos hermanas a ser más religiosas, prohibiéndoles ver la televisión. Sin embargo, uno de los hermanos de Alí se había convertido al cristianismo. «Pensé que había dejado la verdadera religión y, de acuerdo con la ley islámica, merecía estar muerto —dijo Alí—. Le mostraba los versículos del Corán y le decía: “Mira, tienes que creer. Tienes que volver a creer en el islam”. Cada vez que empezábamos a hablar de esto, me decía que Dios me amaba y me hablaba del amor de Dios». Alí pertenecía a una celula islamista que distribuía folletos sobre el ayuno, la vestimenta islámica y la participación en la yihad. Pero en 1992, tras una serie de medidas contra los islamistas, de repente se encontró en la cima de la lista de los más buscados del Gobierno argelino. Sus opciones eran quedarse en casa todo el tiempo o aventurarse y arriesgarse a ser arrestado. Un día, frustrado con su autoimpuesto arresto domiciliario, fue a dar un paseo en autobús y se bajó en una
Leer másCÓMO UNA JOVEN SUPERÓ EL DOLOR DE PERDER A SU PADRE Y PERDONÓ A SUS ASESINOS La noche antes del Domingo de Pascua de 2012, Comfort Jessy se sentó en el patio cerrado de su casa en Nigeria charlando con sus padres, hermanos mayores y algunos vecinos. Alrededor de las 11 de la noche, escucharon explosiones a lo lejos, y menos de sesenta minutos después, los militantes de Boko Haram estaban quemando la iglesia de al lado y golpeando la puerta frente a su casa. La madre de Comfort, Juliana, ayudó a su esposo a esconderse en uno de los dormitorios traseros y lo cubrió con ropa. «Dios, estamos en Tus manos», oró. Varios militantes entraron a registrar la casa mientras otros arrastraron a Juliana al patio, golpeándola con sus armas y burlándose de ella por su fe. «Ustedes, cristianos, dicen que Dios tiene un hijo —le dijeron—. ¡Llama a ese hijo! Hoy es tu último día; tu vida ha terminado». Entonces obligaron a Juliana a arrodillarse. «Dijeron que si no atrapaban a su hombre, la matarían —dijo Comfort—. Mi madre dijo: “Aunque veo tu arma, no te temo”». Uno de los hombres gritó desde el interior de la casa;
Leer másRebekah y su familia subieron al pequeño vehículo que VOM les había dado dos años antes después de que su esposo fuera martirizado por su testimonio cristiano. Al abrigo de la oscuridad, la familia le dio la espalda a su casa y comenzó a conducir por la carretera hacia Kurdistán. Miles de personas habían huido por ese mismo camino, muchos caminando de 10 a 14 horas para escapar de los horrores de la milicia islamista conocida como el Estado Islámico (ISIS). Después de capturar la ciudad de Mosul, Iraq, en junio de 2014, los militantes les dieron a todos los cristianos hasta el 19 de julio para convertirse al islam, pagar un alto impuesto, salir de la ciudad o ser asesinados. Miles optaron por huir, y dejaron todo lo que poseían. En el camino, las familias se encontraban con una barricada tras otra de soldados del ISIS vigilando su territorio recientemente conquistado. Los soldados les robaron todo, les quitaron sus anillos de boda y les rompieron sus pasaportes por la mitad ante los horrorizados ojos de los dueños. En algunos casos, los soldados le ordenaron a la gente que se desnudara, y luego les robaron incluso su ropa. VUELO DESDE
Leer másEL DÍA DE LOS BOMBARDEOS Más de un año después de que los terroristas suicidas mataran a quince personas en tres iglesias indonesias, los sobrevivientes continúan sanando de sus heridas y se preguntan por qué fueron atacados, incluso mientras se aferran a su fe en Jesucristo. Antes del amanecer del 13 de mayo de 2018, Wenny Hudojo se apresuró a vestirse y a vestir a sus dos hijos y a su sobrina para la segunda misa de la Iglesia Católica Santa María Inmaculada de Surabaya, Java Oriental, Indonesia. Ella y los niños se abrieron paso por las concurridas calles de la segunda ciudad más grande de Indonesia para asistir a misa, como lo hacían todos los domingos. «Era una mañana típica —recordó Wenny—. Íbamos a la iglesia cada domingo, pero mi esposo no pudo ir con nosotros esa vez porque estaba enfermo». Mientras pasaban caminando por la puerta de la iglesia, sus hijos, Nathan, de 8 años, y Evan, de 11, hablaban emocionados con su prima de 11 años, Evelyn, sobre los juegos que jugarían después de la iglesia. Después de pasar al guardia de seguridad de la iglesia a su izquierda, Wenny escuchó una motocicleta pasar junto a ellos
Leer másShahzad y su esposa, Shama, se aferraron el uno al otro, y oraron mientras más de quinientos musulmanes rodeaban su casa gritando insultos y amenazas. El líder de la mezquita había acusado a la pareja, por el altavoz, de haber quemado un ejemplar del Corán, lo cual alimentó la furia de la turba. «¡Quemaron el Sagrado Corán! —gritaron—. ¡Les daremos una lección!». No pasó mucho tiempo para que la acusación se difundiera. Después de haber entrado en casa de la pareja a través de un agujero en el techo de paja, los enojados musulmanes los sacaron a rastras. A pesar de sus súplicas de misericordia y de que Shama estaba embarazada de su cuarto hijo, la multitud los golpeó despiadadamente, y les rompieron las piernas a ambos. A continuación, miembros de la turba los ataron detrás de un tractor y los arrastraron durante más de treinta minutos. Shahzad se había mudado a la ciudad pakistaní de Kot Radha Kishan en el año 2000 con sus hermanos y con su padre, Nazar. Debido a su fe cristiana, tuvieron dificultades para encontrar trabajo. En Pakistán, los cristianos son tratados como ciudadanos de segunda clase, y a menudo deben trabajar como barrenderos o
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