Poco después de la muerte de su padre, Amara y su hermano mayor abandonaron su aldea en el desierto de Somalia para vivir con su tío en la ciudad. Su familia pensó que sería un cambio positivo para la adolescente Amara tener un pariente masculino en su vida, pero no esperaban que el cambio de residencia la alejaría del islam.
Poco después de mudarse con su tío, Amara comenzó a hablar con sus nuevos vecinos. Para su sorpresa, se enteró de que no eran somalíes; y eran cristianos.
«Siempre me habían enseñado que todos los que no eran somalíes eran cristianos —dijo—, y que el mal que vemos en la televisión y en las películas es porque son cristianos. Cuando conocí a mis nuevos vecinos, eran diferentes. Se llamaban a sí mismos cristianos, pero no eran borrachos, adúlteros o inmorales como me habían enseñado».
La familia cristiana le dio la bienvenida a Amara en su casa, e incluso compartían los alimentos con ella. Se dio cuenta de que antes de cada comida le daban las gracias a Dios por los alimentos de una manera tan informal que sonaba como si estuvieran hablando con su padre.
«Era diferente de lo que había visto en la televisión —dijo—. Al sentarme con ellos y escucharlos y verlos, me di cuenta de que yo quería eso. Así es como quería orar. Así es como quería hacerlo, excepto la parte al final cuando decían “en el nombre de Jesús”. Esa es la parte que se me hacía difícil».
CUESTIONABA TODO
La familia finalmente comenzó a hablar con Amara sobre Dios y religión, y usaron la Biblia para ayudar a corregir los malentendidos que tenía sobre el cristianismo. Al querer aprender más, Amara les pidió a sus vecinos una Biblia para leerla en secreto.
Mientras Amara leía la Biblia, luchó por reconciliar al Jesucristo que ahora estaba descubriendo con el Jesús del que había leído en el Corán. Siempre se le había enseñado que Jesús era simplemente un profeta, y sabía que ambos libros no podían estar diciendo la verdad.
«El Corán dice que la Biblia ha sido torcida y distorsionada —dijo—. Sin embargo, al leer la Biblia me sentí atraída por ella, convencida por ella. Pero pensé que incluso si esto era cierto, no había manera de que pudiera aceptarlo. Soy somalí. No hay otro mundo en el que pueda vivir. Si lo acepto, me matarán. No tendré una vida. No me casaré. Me quedaré sin familia».
Al entender las posibles consecuencias, Amara comenzó a cuestionar a su tío y a su hermano sobre el Corán. Las preguntas los enojaron; no podían soportar la idea de que uno de los suyos cuestionara su identidad como musulmán, lo cual era sinónimo de ser somalí.
El hermano de Amara trató de atraerla de vuelta al islam por medio de hacerla ver varios vídeos islámicos. Pero tuvieron el efecto contrario. Un video enseñaba que ella no podía ser amiga de los cristianos, como los buenos vecinos que le habían presentado a Jesucristo. Amara desafió a su hermano, lo cual solo lo enfureció más.
«¡Nos estás avergonzando! —gritó—. Estás dudando de las enseñanzas de los jeques. ¿Eres una infiel?».
El hermano de Amara la golpeó, y luego la enviaron de vuelta a su pueblo para vivir con su madre. Claramente —su familia pensó— había perdido el rumbo al vivir en la ciudad.
Cuando llegó a la aldea, varios jeques la esperaban en la mezquita local. Durante cinco días la rodearon y cantaron pasajes del Corán. Escupieron sobre ella, y luego escupieron en un tazón, y la obligaron a beber de él con fines de «purificación»; creían que le estaban sacando al diablo.
Sin embargo, las oraciones de los jeques no estaban en línea con el corazón de Amara.
«Mi corazón estaba completamente en contra —dijo—. No tenía esperanza en estas oraciones. No quería esta vida que habían planeado para mí, y me sentía más indefensa que nunca. Pensé que mi vida había terminado. Tuve que huir».
EN EL NOMBRE DE JESÚS
Amara decidió dejar a su familia, consciente de que podrían ir tras ella y matarla.
Se puso el velo y se dirigió a la estación de autobuses. «Conseguí el último boleto para el autobús, pero tuve que correr —dijo—. Mi corazón estaba latiendo. ¿Vendrán por mí? ¿Podré escapar? Solo estaba orando para poder escapar».
Después de dos horas en el camino el autobús se averió. Todos los pasajeros excepto Amara bajaron del autobús. Simplemente se quedó allí sentada, preocupada.
Entonces recordó las oraciones que sus vecinos le habían enseñado, y supo que orar en el nombre de Jesús significaba creer en Él. Ella no estaba segura de quién era Él para ella, así que le pidió a Dios que probara si Jesús era real como sus vecinos y la Biblia decían. También pidió la protección de Dios: en el nombre de Jesús.
Entonces sintió una mano en el hombro y oyó a alguien susurrarle en el oído: «Soy real y verdadero. Deberías creer en mí». Miró detrás de ella, pero no había nadie allí. Entonces oyó gritos de alegría afuera; el autobús había quedado arreglado.
«Mis oraciones fueron contestadas —dijo—. De alguna manera fui salva».
Amara regresó a la ciudad donde le habían presentado a Cristo, comenzó una nueva vida y finalmente se casó. Ella y su esposo, «Jeremiah», pronto se mudaron a Kenia, donde ministraban a creyentes somalíes de origen musulmán.
En abril de 2015, Jeremiah fue arrestado tras ser acusado de financiar terroristas. Sin embargo, se pensaba que la verdadera razón de su detención era su relación con cristianos somalíes de origen musulmán. Los investigadores no encontraron un vínculo con el terrorismo y fue puesto en libertad al cabo de unos días.
Amara y Jeremiah ahora viven en una casa de seguridad de VOM con sus tres hijos en Kenia, donde ministran a mujeres jóvenes cristianas somalíes que han huido de la persecución de sus familias musulmanas. Comparten su vida con estas mujeres y las dirigen en estudios bíblicos. La pareja también viaja al norte de Kenia una vez al mes para evangelizar comunidades somalíes por medio de ofrecer demostraciones de fabricación de jabón. VOM les proporciona recursos para la capacitación y el discipulado.
A pesar de todo lo que ha pasado, Amara dijo que sabe que está en el camino correcto.
«Soy una cristiana somalí, lo cual es una contradicción —dijo—. Y no ha sido fácil, en especial esos primeros años de mudarme de casa en casa. Las amenazas. La soledad. Seguir a Cristo me costó todo, pero valió la pena».
Amara les pide a los que apoyan a VOM que oren por los creyentes perseguidos a quienes ella y Jeremiah están sirviendo, y por que Dios los dirija mientras continúan sirviéndole en el Cuerno de África.