La tarde del 20 de agosto de 2014, Abu Fadi recibió una llamada urgente de su madre.
«Abu, ven por mí», clamó desde la ciudad iraquí de Mosul.
Antes de que él pudiera responder, un combatiente del Estado Islámico (ISIS) le arrebató el teléfono a la señora y le pidió a Abu que confirmara que era su hijo.
—Sí, soy su hijo —respondió Abu—. ¿Cuál es el problema?
—Hoy ven y llévate a tu madre y a tu hermana —dijo el combatiente—. Si no vienes hoy, las echaremos a la calle. O son musulmanas o las dejamos en la calle. Simplemente ven y llévatelas.
El combatiente de ISIS tomó todo el dinero y las pertenencias de la familia, cerró su casa y pintó la letra árabe «N» en la casa que indica nassarah o ‘cristiano’.
Como Abu sabía que no podía entrar en Mosul como cristiano, le pidió a un amigo musulmán que trajera a su anciana madre y a su hermana, ambas en sillas de ruedas, a su ciudad cercana, que recientemente había quedado bajo el control de ISIS.
Una vez allí, las dos mujeres se reunieron con Abu y su esposa y viajaron hacia Bashiqa en el norte. No obstante, poco después de comenzar el trayecto, su coche fue detenido en un puesto de control de ISIS por combatientes que llevaban armas y espadas.
«Les dijimos: “Somos cristianos, y nos vamos”», recuerda Abu.
ESPERABAN MORIR
A los guardias de ISIS que detuvieron el coche de Abu no les gustó lo que escucharon.
«No podemos dejarte ir —dijo uno—. No puedes seguir tu camino. Tenemos que llamar a las autoridades».
Después de unos 30 minutos, dos jóvenes bien vestidos que portaban rifles automáticos llegaron en unos SUV nuevos.
Abu les dijo que se dirigía a una zona kurda en el norte, donde su familia sería bienvenida como cristianos. Los dos hombres tenían otros planes para ellos.
«Tienen que convertirse en musulmanes —Abu recuerda que le dijeron—. Si no se convierten al islam los mataremos; a todos».
Abu usó versículos del Corán para suplicar por la seguridad de su familia, y dijo que felizmente pagaría un impuesto por sí mismo y los miembros de su familia cristiana, pero que no podían convertirse.
Uno de los hombres tomó a Abu de la mano izquierda y lo apartó de su familia, y le dijo: «Te mataremos ahora. Si quieres mantenerte con vida, tienes que convertirte al islam. No serás liberado. O serás musulmán o morirás».
Mientras los hombres continuaron hablando durante más de una hora, otro combatiente de ISIS caminaba lentamente alrededor de Abu, mirándolo a los ojos y sosteniendo su espada. Al mismo tiempo, Abu comenzó a sentir la presencia de Dios.
«Estaba cien por ciento seguro de que recibiría esa espada en mi cuerpo en cualquier momento —dijo Abu—. Creo totalmente que era tan débil, pero el Espíritu Santo estaba conmigo para fortalecerme con el fin de confrontarlos y decirles: “No seré musulmán”.
Dios me dio sabiduría para no deshonrarlos ni decir nada malo sobre el islam o su profeta, pero yo me sentía muy fuerte y mi voz tenía un volumen alto para decir lo que quería decir».
Después de unos 90 minutos, los miembros de ISIS se dieron cuenta de que Abu no se convertiría. Otro SUV llegó justo en ese momento. Un joven con un arma a quien Abu describió como un director cultural se le acercó. Sorprendentemente, quería despedir a Abu y a su familia.
«Antes de que abandonen nuestra tierra, quiero darles un mensaje para que se lo den a los sacerdotes y pastores de su iglesia —dijo el combatiente—. Seguiremos a los (cristianos) por todo el mundo. Llegaremos al Vaticano y al papa. Y convertiremos al papa al islam».
Entonces el hombre le ordenó a Abu y a su familia que se fueran, y fueron liberados.
TODAVÍA NO ERAN LIBRES
Sacudido, Abu regresó a su coche. No podía creer que fuera libre de irse.
Se fue agradecido de estar vivo. Sin embargo, más adelante, todo volvió a suceder. La familia llegó a otro puesto de control de ISIS. Abu les dijo a los guardias que los líderes de ISIS lo habían liberado a él y a su familia en el puesto de control anterior. Los guardias querían confirmación de esto. Uno de ellos llamó al guardia del primer puesto de control, quien confirmó su liberación, pero sugirió que revisaran su coche para ver si traían dinero o valores.
Cuando los guardias revisaron el coche descubrieron que la esposa de Abu llevaba un poco de dinero en efectivo adicional. Furiosos, los guardias ordenaron que la familia saliera del coche, el cual fue registrado todavía más. Un combatiente entonces le dijo a Abu que si se convertía al islam todo lo que su familia había perdido le sería restaurado y que él sería protegido.
«Fueron muy dañinos —dijo Abu—. Nos amenazaron. A causa de esto, tuvimos miedo y les dimos todo lo que teníamos».
Durante más de una hora, Abu afirmó que quería permanecer siendo cristiano. Que no se convertiría, pero que estaba dispuesto a pagar un impuesto para que él y su familia conservaran la vida.
De pronto, el supervisor del puesto de control de ISIS intervino y le preguntó a Abu si estaba dispuesto a pagar el impuesto si volvía a casa. Le preguntó a Abu donde vivía y entonces envió al guardia que antes había amenazado a Abu a confirmar el lugar de residencia de Abu. Una vez que el guardia se fue, el supervisor le dijo a Abu y a su familia que se fueran.
«Me dijo: “Ve rápido a tu coche y márchate” —recordó Abu—. Llegué al coche y me fui directamente. Este era el último puesto de control de ISIS».
Abu y su familia finalmente llegaron a un puesto de control kurdo donde les dieron la bienvenida como cristianos. Abu cree que Dios en Su soberanía usó al supervisor del puesto de control de ISIS para salvar su vida. La familia encontró una iglesia en una montaña donde vivieron durante un mes. Más tarde se mudaron a otro país en Medio Oriente donde conocieron a un pastor, un colaborador de VOM que sirve a iraquíes refugiados. Les encontró una casa completamente amueblada donde vivir. Dios no solo los protegió, sino que también restauró su bienestar.
«Creemos que el Espíritu Santo nos protegió y nos mantuvo con vida hasta hoy —dijo Abu—. El mismo Espíritu Santo que alimentó a los hebreos en su camino de Egipto a Israel es el Espíritu Santo que nos alimentó y nos protegió de todo lo que has oído de mí».