Durante su matrimonio, Faizah vio a Nagawo, su esposo, servir fielmente a los cristianos en Etiopía. Como coordinador de alcance para el distrito local de una gran denominación, Nagawo alentaba a los creyentes a acercarse a sus vecinos musulmanes. También coordinaba el apoyo para ex-musulmanes que sufrían persecución después de dejar el islam para seguir a Cristo.

Faizah y Nagawo habían sido musulmanes, pero por las últimas tres décadas habían trabajado para alcanzar musulmanes con el Evangelio y para ayudar a los nuevos creyentes a madurar en la fe. Después de esos muchos años de servir a los cristianos perseguidos y a la iglesia en Etiopía, la pareja se convirtió en el blanco de la persecución. Y Nagawo pagó el precio más alto por causa del Evangelio.

Una noche, mientras Faizah estaba en casa con su hija y su nieta, esperando que Nagawo regresara de su trabajo ministerial, varias casas cercanas se incendiaron.

Faizah relató que el ataque fue tan repentino y violento que “estalló como un trueno”. Antes de comprender lo que ocurría, dieciséis casas en llamas estaban colapsando, haciendo que el fuego se extendiera a las casas vecinas.

Cuando los islamistas incendiarios se acercaron a su casa, Faizah y su familia no tenían a dónde huir. “¡Señor, si mi alma es tuya, líbranos de esto!”, gritó Faizah. Los hombres arrastraron a Faizah y a su familia afuera, donde observaron con horror mientras los atacantes rociaban su casa con gasolina y la hacían arder. “Señor, si este fuego viene de ti —oró Faizah—, que continúe; nada podrá detenerlo. Pero si este fuego viene del diablo, que se extinga”.

Poco después de que ella orara, una lluvia repentina extinguió el fuego. Aunque casi la mitad de su casa continuó ardiendo y humeando, Faizah agradeció que el fuego no hubiera consumido todo. Pero como la multitud se frustraba cada vez más, robaron la comida y otras pertenencias de la casa de Faizah, destruyendo lo que quedaba.

Entonces Faizah escuchó un grito aterrador de un islamista que celebraba: “¡Matamos a la persona principal! ¡El líder ha muerto!”.

Mientras los atacantes cantaban de alegría, el corazón de Faizah se hundía. Siguió a la multitud hasta que sus peores temores fueron confirmados y vio el cuerpo decapitado de Nagawo tendido en el suelo. Quienes lo mataron bailaban alrededor de su cuerpo mientras Faizah lloraba de horror.

Faizah y su hija corrieron hacia Nagawo, tomaron su cabeza y arrastraron su cuerpo lejos de los atacantes. Con su casa parcialmente destruida y sin ningún lugar a dónde llevar el cuerpo de Nagawo, lo cubrieron y se sentaron a su lado, llorando, hasta que la ayuda llegó por la mañana.

“Los islamistas quemaron la casa de esta mujer cristiana porque se negó a renunciar a Cristo y a regresar al islam. VOM ayudó a reconstruir su casa”.

Faizah supo más tarde que los islamistas habían matado a su esposo porque él, un ex-musulmán, había llevado a muchos otros a abandonar el islam para poner su fe en Cristo.
Cuando un trabajador de La Voz de los Mártires (VOM) le preguntó cómo había afectado su fe la pérdida de su esposo, su hogar y sus pertenencias, Faizah explicó a su interlocutor como si él supiera la respuesta. “Incluso mientras las llamas se extendían, yo agradecía a Dios —dijo—. E incluso cuando vi que mi esposo había muerto, mantuve mi relación con Jesús. Durante los últimos 30 años he estado sirviendo íntimamente a Jesús. Él me ha ayudado a superar estas dificultades, y creo que Él me ayudará aún más”.

Faizah dijo que con la ayuda del Espíritu Santo ha aprendido a perdonar a aquellos que atacaron a su familia y asesinaron brutalmente a su esposo. “Cuando vi a la persona que tomó el cuchillo y decapitó a mi esposo —dijo—, como cristiana, no voy a hacer algo contra él. Yo perdono, pero no lo puedo borrar de mi memoria”.

Faizah pidió que no dejáramos de orar por ella y por su familia. Se consuela al saber que otros están orando por ella y que algún día volverá a encontrarse con su esposo.

“Perdí a mi amado esposo, ahora estamos separados como seres humanos, y me siento triste por eso —dijo—. Pero él ha ido a un lugar mejor, y me siento alentada por eso. Y estoy agradecida de que Dios nos haya librado a mí y a mi hija”

Después de la muerte de Nagawo, Faizah no tenía ingresos para mantenerse ella y a sus hijos que todavía dependían de ella. Junto con su hija y siete nietos, vivió bajo una lona de plástico en el terreno de su iglesia durante más de un año.

“Fui rebajada a mendigar comida”, dijo Faizah con tristeza. Sin embargo, tiempo después se conectó con VOM, quien la ayudó a reconstruir su casa y continúa brindándole otras formas de apoyo. “El Señor nos llevó a través de ese doloroso y difícil momento hasta que usó a VOM y a la iglesia para ayudarnos”, dijo.

Agradecida por las formas en que Dios la ha bendecido a ella y a su familia, Faizah quiere continuar alcanzando a los musulmanes con el Evangelio. “A pesar de que perdí a mi esposo —explicó—, cuando vi sus vidas [de los musulmanes] y cómo viven, sé que estoy viviendo de la manera correcta. Quiero que ellos lleguen a Cristo”.

Faizah dijo que la Palabra de Dios y también sus pastores siempre estuvieron allí para consolarla después de la muerte de su esposo. Ella citó Deuteronomio 31:8 como un pasaje especialmente importante para ella: “El Señor va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni desmayes”.

Consciente de que ella es solo una de las muchas viudas cristianas que han perdido a su esposo por la persecución, ella alienta a otras viudas a mantener sus ojos en Jesús. “Dios me ha consolado por la pérdida de mi esposo; Dios me ha bendecido —dijo—. Así que, por favor, confíen en Él y sean alentados en Cristo”.

Mientras encuentra sanidad y restauración a través de su firme fe, Faizah dijo que continuará el trabajo que ella y su esposo comenzaron hace tres décadas: compartir el Evangelio con sus vecinos musulmanes.

Cuando el terror viene a casa
Categorías: Historia, Oración