Ibrahim ni siquiera debió haber estado allí el día en que la chispa del Evangelio se encendió en su corazón. Él era un orgulloso somalí y un musulmán devoto, ¿por qué estaría interesado en escuchar hablar a un misionero cristiano? Y no lo estaba… al menos no al principio. Siendo policía en Mombasa, Kenia, Ibrahim fue asignado a observar a una gran multitud que se había reunido para un evento de alcance evangelístico. A su oficial al mando le preocupaba que el evento pudiera salirse de control o incluso convertirse en el objetivo de un ataque, y necesitaba oficiales allí para vigilar el evento.

Por ello Ibrahim estaba allí ese día a mediados de la década de 1960 cuando el misionero pasó al frente, tomó el micrófono y abrió su Biblia en Éxodo 14. Han pasado más de cinco décadas y él aún puede escuchar la pasión en la voz del misionero, pero fue lo que el misionero leyó ese día lo que captó su atención: la historia de los israelitas huyendo de Egipto.

Erróneamente, Ibrahim pensó que el misionero estaba leyendo el Corán, que incluye su propia versión de la historia del Éxodo. Y no entendía por qué un cristiano estaba leyendo y predicando sobre el libro sagrado musulmán. “¿Este orador es musulmán o cristiano?”, se preguntaba.

La curiosidad de Ibrahim por el sermón del misionero y la fuente del mismo, lo llevó a visitar una iglesia no lejos del campamento de la policía donde dormía cada noche. Y un día, poco después de escuchar al misionero hablar, consiguió reunirse con el pastor de la iglesia.

“¿Por qué su misionero estaba hablando del Corán?”, preguntó sin rodeos. Después de cierta confusión inicial, el pastor entendió que Ibrahim se refería al libro del Éxodo. Hablaron un rato más, y antes de despedirse, el pastor le dio al curioso policía musulmán su propia copia de la Biblia. Así comenzó la transformación de Ibrahim de musulmán a ser seguidor de Isa al Masih (Jesús el Mesías), y de policía a pastor.

“Incluso ahora,” dice, “me siento como me sentí ese día (cuando escuché al misionero)”. Y con el tiempo, la chispa en el corazón de Ibrahim se convirtió en una llama ardiente para Cristo entre los somalíes étnicos de dos naciones.

Después de escuchar al misionero en el evento de alcance evangelístico y enterarse de que el Corán incluye historias que se encuentran en la Biblia, Ibrahim se vio obligado a profundizar más. Quería saber cuál se había escrito primero, si una historia aparece tanto en el Corán como en la Biblia, razonó Ibrahim, la primera narración de la historia debe ser más precisa, especialmente si la segunda fue escrita cientos de años más tarde. Después de un estudio más profundo, descubrió que la historia del Éxodo de la Biblia era la primera versión y se le atribuía a Moisés, un testigo ocular de los asombrosos eventos.

Ibrahim luego notó que aunque el Corán habla de Jesús (Isa), la Biblia muestra una imagen mucho más completa del Dios-hombre en los libros escritos por aquellos que caminaron y hablaron con Él, presenciando Sus milagros de primera mano.

Poco después de que el pastor le diera su primera Biblia, Ibrahim dejó la fuerza policial y tomó un trabajo de contabilidad en Nairobi, la capital de Kenia. “Cuando hice el cambio”, dice, “me encontraba ‘entre’ ambas religiones”. Ya era evidente el desmoronamiento de los cimientos del islam; él ya no reconocía la autoridad del Corán ni la veracidad de Mahoma como profeta de Alá. “Todo el Corán es una alteración de la Biblia”, dice Ibrahim, recordando su descubrimiento.

Sin embargo, en ese momento no estaba listo para aceptar que Jesús era el Hijo de Dios. Todavía no podía comprometerse a seguir a Cristo o a dar la espalda a los fuertes lazos religiosos de su familia, su clan y su cultura. Él seguía buscando e investigando. Uno de los compañeros de trabajo de Ibrahim, un contador llamado Sr. Karanja, era cristiano y pastor asistente en una iglesia local. Cuando supo que Ibrahim estaba buscando respuestas, el Sr. Karanja lo buscó y comenzó a estudiar la Biblia con él todos los días. Él escuchaba pacientemente todas las preguntas de Ibrahim y le mostraba las respuestas en las Escrituras. Eventualmente, Ibrahim fue a la iglesia con el Sr. Karanja, y oraron juntos mientras Ibrahim ponía su fe en Jesucristo.

Aunque el padre de Ibrahim había muerto cuando él era joven y su familia terrenal lo había repudiado e incluso amenazado con matarlo, su renacimiento espiritual le dio un nuevo Padre y una nueva familia. “Cuando mi propia familia me repudió, yo era joven”, dice. “Esa amargura creció en mí. Cuando vine a Cristo, tuve un Padre a quien conocía. Él me limpió de la amargura y el rechazo que tenía, porque Él reemplazó esa figura paterna para mí”.

En 1972, Ibrahim fue bautizado —por primera vez— en una iglesia en Wajir, la ciudad donde él nació. Las personas en Wajir, que habitan en la parte noreste de Kenia, cerca de la frontera con Somalia, son principalmente de origen étnico somalí con una fuerte identidad cultural musulmana. Ibrahim fue uno de los primeros somalíes étnicos en Kenia, posiblemente el primero, en profesar fe en Cristo.

Las reacciones a la conversión de Ibrahim y a su obediente acto de bautizarse fueron instantáneas y casi completamente negativas. Durante todo un año, su esposa, Habiba, lloraba cada vez que lo veía, y las amigas de Habiba la animaban a dejar a su marido “infiel”. Durante un tiempo, siguió su consejo y regresó a la casa de su padre, negándose a vivir con Ibrahim.

Adicionalmente, los líderes del clan Ogaden manifestaron fuertemente a Ibrahim: “¡Nadie en nuestro clan ha hecho esto antes!”. Cuatro jefes asistentes se reunieron con él, tratando de disuadirlo para regresar al islam. Y el jefe del clan incluso le ofreció 400 vacas, 200 camellos, grandes extensiones de tierra, y a su hija en matrimonio si tan solo renunciaba a Cristo y regresaba al islam. Ibrahim se negó. “Nunca había visto que la fe se comprara,” les dijo.

Dado que las tentaciones terrenales no pudieron alejarlo de Cristo, utilizaron argumentos teológicos y, más tarde, amenazas físicas. “Si escucho que sigues siendo cristiano”, le dijo el jefe Ogaden, “serás aplastado igual que una mosca”.

Pero sin importar la presión, Ibrahim no retrocedería. “Entonces mátenme hoy”, los desafió.

En lugar de doblegarse, decidió ser bautizado otra vez. Quería que no hubiera duda de que había rechazado el islam y que ahora era un seguidor de Cristo totalmente comprometido.

“Quería que supieran con certeza que yo era cristiano”, dijo. Y para hacer que su bautismo tuviera la mayor audiencia posible, Ibrahim invitó personalmente a muchos miembros del clan a presenciar el evento, incluidos veinte jeques (líderes religiosos) musulmanes.

Previo al bautismo, escribió una carta a la policía local pidiendo su protección y proporcionando información en caso de que fuera asesinado. “Si algo me pasa, fui eliminado por mi jefe y mi clan”.

Elegir bautizarse de nuevo de forma descaradamente pública fue una valiente declaración de su fe hacia la comunidad, y no fue su última postura valiente (en palabras o acciones) por Jesucristo. Pero Ibrahim también tenía un plan de respaldo. ¡Asistió a su segundo bautismo llevando su antigua pistola de policía atada a su costado en caso de que los jeques decidieran castigar inmediatamente su apostasía! Afortunadamente, la pistola no fue necesaria ese día.

Creer en Cristo no significaba que fuera incapaz de pecar, e Ibrahim admite que a veces se evidenciaban algunas de sus antiguas cualidades. Cuando Dios abrió las puertas para que Ibrahim asistiera a la escuela bíblica, le pidió a Habiba que empacara y se preparara para irse con él, la amenazó con matarla si se negaba. Bajo amenaza, ella aceptó.

Mientras asistía a la escuela bíblica, Ibrahim probó por primera vez el ministerio y el alto costo de compartir el Evangelio entre los somalíes musulmanes.

En sus primeros intentos de evangelizar, Ibrahim y algunos compañeros de clase condujeron por los vecindarios mientras él predicaba a través de altavoces sujetados al techo del vehículo. Predicar de Jesús en la lengua somalí atrajo mucha atención, tanto positiva como negativa. La mayoría de los somalíes de origen étnico nunca habían escuchado el Evangelio en su propia lengua, y mucho menos de un compañero somalí.

Para algunos, causó curiosidad: “Pensé que todos los somalíes eran musulmanes. ¿Por qué este somalí está hablando de Jesús y de la Biblia?”. Y para otros, causó enojo: “Si este hombre es un somalí, entonces es un apóstata. Y los apóstatas merecen la muerte”. A menudo, los indignados musulmanes arrojaban piedras a su auto, y a veces incluso sacaban a los evangelistas del auto y los golpeaban. Recibieron disparos en más de una ocasión, y finalmente, su vehículo fue completamente destruido por una multitud que se oponía a su trabajo evangelístico en la zona.

A pesar de la oposición, Ibrahim no se conformó con compartir el Evangelio únicamente con los somalíes en Kenia; anhelaba cruzar la frontera y contarles a más somalíes sobre la gracia salvadora de Dios. Debido a que los miembros del clan de Ibrahim vivían en ambos lados de la frontera, él podía cruzar fácilmente de un lado a otro. Él reconocía que la Biblia había cambiado su vida, así que comenzó a llevar Biblias de contrabando a través de la frontera con la esperanza de que tuvieran el mismo efecto en más somalíes.

Empacaba cuidadosamente los Nuevos Testamentos dentro de latas de leche, sujetaba las latas y otros bienes en el lomo de un camello, e iniciaba un viaje de siete días (de ida) desde su casa en Kenia hasta Somalia cruzando la frontera. Hacía este recorrido cuatro veces al año, llevando 50 Nuevos Testamentos en cada viaje. Ya que las Biblias eran desesperadamente necesitadas y peligrosas en Somalia, se deshojaban y distribuían página por página. El simple hecho de ser atrapado con una Biblia, podría resultar en una sentencia de muerte.

Ya que las Biblias eran desesperadamente necesitadas y peligrosas en Somalia, se deshojaban y distribuían página por página. El simple hecho de ser atrapado con una Biblia, podría resultar en una sentencia de muerte.

Durante su trabajo de contrabandista, los musulmanes lo atacaron con piedras en varias ocasiones, y en otra ocasión fue arrestado y detenido durante cuatro días antes de ser liberado y enviado a casa. Sin embargo, él podía ver que incluso sufrir persecución servía a los propósitos de Dios. Un hombre que dirigió un ataque con piedras contra Ibrahim, finalmente llegó a la fe en Cristo y más tarde se disculpó humildemente por sus acciones.

“Debo Seguir Predicando”
Categorías: Historia, Oración