Walid odiaba tanto a su compañero de trabajo cristiano que planeó matarlo. Pero un acto de amor audaz lo puso en un nuevo curso: directamente hacia Cristo.

Después de escuchar a su compañero de trabajo, Haytham, cantar canciones cristianas de adoración durante varios días mientras pintaban una casa en El Cairo, Walid finalmente había tenido suficiente.

Su padre musulmán ultraconservador, que tenía cinco esposas y 32 hijos, le había enseñado a temprana edad que debía odiar a todos los cristianos. Ese odio profundamente arraigado ya lo había llevado a golpear a Haytham con un palo por cantar las canciones cristianas que sonaban en sus auriculares. Y como eso no había detenido el canto, Walid decidió silenciarlo permanentemente.

Una noche después del trabajo, Walid tomó un cuchillo y siguió a Haytham por las calles. Después de asegurarse de que estuvieran solos, atacó a Haytham por la espalda y lo apuñaló en el costado. Haytham se volvió para mirar a su atacante mientras caía al suelo retorciéndose de dolor, y Walid hizo contacto visual con él antes de huir de la escena.

Como esperaba la visita de la policía, Walid se escondió ansiosamente en casa de su tía. “Intenté llamar a algunos de mis amigos para ver si (Haytham) estaba vivo o muerto —dijo—. Me dijeron que alguien lo agredió y que le tuvieron que quitar uno de los riñones”.

Para su gran sorpresa, Walid también se enteró de que Haytham no había presentado una denuncia en su contra con la policía. Sin embargo, sabía que Haytham había visto su rostro.

UNA GRACIA DETERMINADA

Semanas después, Walid se sintió lo suficientemente seguro como para dejar la casa de su tía y comenzar a buscar un nuevo trabajo. Pero un día, mientras caminaba por la calle, lo atropelló un taxi, lo que le causó varias fracturas en una pierna y un brazo. Walid pasó los siguientes 15 días en el hospital.

Una mañana, mientras yacía en su cama de hospital, se sorprendió al ver entrar a Haytham y algunos de sus amigos cristianos con frutas y bebidas. Walid gritó, pensando que habían venido a matarlo.

—¿Por qué gritas? —preguntó Haytham—. Solo vengo a decirte que lamento lo que te pasó.

Haytham pudo sentir el miedo de Walid cuando empezaron a hablar.

—No te preocupes —le aseguró—. Nunca te haría algo malo. Eres realmente cercano a mi corazón. Te amo.

—¿Cómo puede ser? —preguntó Walid nervioso—. Te ataqué. ¿Todavía me amas?

—Mi Dios me dijo que te amara sin importar lo que me hagas —respondió Haytham.

—¡No, no me amas! —gritó Walid—. ¡Me vas a hacer algo! ¡Me odias!

Al darse cuenta de que había molestado a Walid, Haytham colocó la fruta y las bebidas en la mesa y se fue con sus amigos.

Después de que Walid fue dado de alta del hospital, un amigo del equipo de pintores lo visitó regularmente para ver cómo estaba. También le dio dinero a Walid durante los varios meses que no pudo trabajar. Al principio, Walid simplemente le agradeció su generosidad, pero a medida que el dinero seguía llegando, empezó a sospechar.

—¿Por qué me das este dinero? —preguntó Walid.

—Alguien conoce tu caso —le dijo el amigo—. Me dieron este dinero para que te lo diera.

Durante días, Walid molestó a su amigo para que le dijera el nombre del donante. Luego, finalmente, insistió en saberlo.

—Es Haytham —le dijo su amigo.

Walid decidió que no podía aceptar el dinero que había recibido desde que salió del hospital. El Corán le había enseñado a no permitir que un no musulmán tuviera autoridad sobre él, por lo que le devolvió el dinero a Haytham.

—No eres mejor que yo —le dijo Walid—. Solo toma tu dinero.

—Escucha, eres como mi hermano —respondió Haytham—. Yo te aprecio. —No lo tomaré.

Los dos continuaron discutiendo hasta que finalmente Haytham señaló a una mendiga cercana.

—Puedes dárselo a esta pobre dama —le dijo, y tomó el dinero y se lo entregó a ella.

El odio que Walid sentía por Haytham de repente se convirtió en admiración cuando se dio cuenta de que nunca había visto a nadie como él. Abrumado por la culpa, Walid recordó todas las veces que había lastimado a Haytham solo para recibir amor a cambio. No tenía sentido seguir odiándolo.

A partir de entonces, Walid consideró a Haytham como su amigo… siempre y cuando no hablara sobre el cristianismo.

UN SUEÑO PERTURBADOR

Walid pronto regresó a trabajar con el equipo de pintures y, como antes, Haytham y otro cristiano escuchaban música de adoración a través de sus auriculares mientras trabajaban. Aunque Walid todavía se oponía a su música y su canto, respetuosamente se mudó a otra parte del edificio en lugar de golpearlos.

Después de trabajar hasta la 1:30 a.m. de un día para terminar un trabajo urgente, decidieron reunirse en un café abierto las 24 horas. Cuando estaban listos para regresar a casa a dormir unas horas antes de comenzar el trabajo del día siguiente, Walid se dio cuenta de que había perdido el último tren a casa y tendría que pasar el resto de la noche en el café.

«No te quedes aquí —dijo Haytham—. Por favor, ven conmigo».

Walid sabía que no debía quedarse en casa de un cristiano, pero también sabía que dormiría mejor si se quedaba con Haytham. Agotado, aceptó la oferta.

Haytham insistió en que su invitado ocupara el dormitorio. Walid aceptó de nuevo, y al entrar a la habitación, de repente se encontró frente a un mural de Jesús de toda la pared.

«Quedé completamente sorprendido cuando vi la imagen de Jesús», le dijo Walid a un trabajador de VOM.

Al mirar el mural, Walid tenía sentimientos encontrados de asombro y remordimiento. Se preguntó cómo sabían los cristianos que Jesús era el Hijo de Dios.

Después de que Haytham salió de la habitación, el corazón de Walid comenzó a llenarse de odio. Los sentimientos de asombro se desvanecieron y escupió sobre el mural de Jesús.

Mientras dormía esa noche, Walid soñó con dos ángeles que le mostraron un cordero sacrificado ensangrentado. De repente, la sangre del cordero cubrió sus ojos. Al limpiarse la sangre pudo ver que el cordero ahora estaba completamente sano y vivo.

«Sentí que el cordero me llamaba y me pedía que lo siguiera  —recordó—. Cuando desperté, todo lo que quería hacer era irme de la casa».

Walid no le contó a nadie sobre el sueño, y la noche siguiente permaneció despierto todo el tiempo que pudo por temor a que el sueño regresara. «Quizá Alá me está castigando porque dormí en una casa cristiana y necesito arrepentirme», pensó. Al día siguiente, visitó una mezquita local para rezar y reunirse con un imán.

Continuó haciendo todo lo posible por ser un buen musulmán, pero aún temía que el sueño volviera cada noche. Cuando visitó a un mulá para hablar del sueño que lo molestaba, el líder islámico solo le gritó.

Mientras soportaba el maltrato del mulá, Walid pensó haber escuchado otra voz que le decía que el mulá solo estaba tras de su dinero. Cuando le preguntó al mulá si había escuchado la voz, fue acusado de tener un espíritu maligno.

—¿Cómo es que todo este tiempo me he comprometido a orar como musulmán y hay un espíritu maligno que habita en mi cuerpo? —le preguntó Walid.

—No te preocupes, solo dame algo de dinero y se lo daré al líder musulmán —dijo el mulá.

Confirmadas sus sospechas, Walid abandonó la mezquita. De inmediato decidió dejar el islam, pero todavía sentía que faltaba algo.

atraído a jesús

Unos días después, en el trabajo, uno de los pintores cristianos notó que Walid parecía distante. Le preguntó cómo estaba y Walid le contó sobre su sueño y la extraña experiencia con el mulá. El cristiano entonces le dio el número de teléfono de su pastor y le sugirió a Walid que hablara de todo eso con él.

Walid llamó al pastor, quien escuchó pacientemente como estaba luchando con preguntas sobre Dios. Al final, en lugar de pedirle dinero, el pastor solo le dijo que orara por todo.

«Simplemente clama a Dios y Él se te revelará», instó el pastor.

Walid colgó el teléfono y corrió a la azotea del edificio que había estado pintando. Mientras luchaba por comprender sus pensamientos y sentimientos, le gritó sus preguntas a Dios: «¿Me creaste solo para sufrir? ¿Eres real?».

«Solo estaba tratando de hablar de esto delante de Dios, a quien aún no conocía», dijo.

Walid dijo que entonces vio una visión de Jesús, lleno de luz. Cuando terminó la visión, sintió alegría y consuelo por primera vez.

«Me sentí como una persona diferente», dijo.

Walid le entregó su vida a Cristo en el acto y oró por primera vez como cristiano.

Comenzó a buscar una iglesia a la cual asistir unos días después, y durante el primer servicio al que asistió, el pastor le dio una Biblia y le dijo que era bienvenido a adorar allí.

Walid mantuvo su fe en secreto de su familia durante el mayor tiempo posible. Sin embargo, después de un año, su familia se enteró de la verdad y sus hermanos lo golpearon hasta que perdió el conocimiento. Cuando Walid despertó, descubrió moretones y heridas en todo su cuerpo. Sus hermanos le advirtieron que volvería a ser golpeado si seguía adorando a Jesús.

man standing with his arm raised facing a city

Mientras Walid se recuperaba de la dolorosa paliza, recordó Mateo 10:33: “Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”.

“«Les dije (a mis hermanos): “Profeso que conocí al Dios verdadero, lo amo, soy cristiano”», dijo Walid.

De inmediato, sus hermanos lo volvieron a golpear. Luego, las golpizas se convirtieron en algo cotidiano. En un momento, le ataron las manos y las piernas, dejándolo incapaz de moverse durante largos períodos de tiempo. Le daban de comer las sobras de sus comidas como si fuera un perro. También le quitaron su teléfono y otras pertenencias.

Finalmente, la familia de Walid llevó a un mulá a su casa para convencerlo de que regresara al islam. Le dijo a Walid que el espíritu cristiano maligno no lo dejaría hasta que hiciera una peregrinación a La Meca, en Arabia Saudita. Entonces, su familia lo llevó a La Meca, y continuaron golpeándolo incluso en la tierra santa islámica, pero logró escapar y regresar a Egipto.

“Durante ese tiempo estuve solo, pero la voz de Jesús estaba conmigo y me consolaba, me animaba —dijo—. Dios me ayudó a sobrevivir”.

Hoy, Walid vive con el director del coro de su iglesia en El Cairo. Todavía se esconde de su familia, ya que cree que quieren matarlo, mientras busca trabajo. Ha asumido muchos desafíos nuevos como un cristiano convertido del islam, pero no está solo en su adversidad. Los conversos del islam al cristianismo enfrentan muchas dificultades, lo cual incluye ser expulsado de sus familias, que sus cónyuges musulmanes se divorcien de ellos, la pérdida de sus hijos y la pérdida de puestos de trabajo.

Sin embargo, Walid está agradecido de tener muchos cristianos en su vida que lo cuidan, los cuales incluyen a un hombre al que una vez trató de matar.

Egipcio musulmán radical apuñala a cristiano, luego abraza la fe
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