El odio hacia los musulmanes, eliminado de los corazones de dos cristianas paquistaníes
Pakistan
Tanto Anam como Rania han sufrido mucho debido a su fe cristiana, pero su trabajo entre los cristianos perseguidos ha traído una sanidad inesperada del odio profundamente arraigado.
Como parte de la minoría cristiana de Pakistán, Anam experimentó persecución y acoso a lo largo de su vida. Y durante gran parte de ese tiempo tuvo un odio comprensible contra sus perseguidores.
«Comencé a odiar a los musulmanes después de la muerte de mi tío», dijo.
Anam admiraba a su tío «Naimat», un maestro de escuela inteligente que siempre la había alentado en sus estudios. Compartían amor por la poesía, y Anam esperaba ser como él cuando creciera.
Naimat, el único maestro cristiano de su escuela, trataba de defender los mejores intereses de sus estudiantes. Cuando sus colegas musulmanes enviaban a los estudiantes a hacer mandados personales, Naimat intervenía y les decía a los estudiantes que usaran su tiempo sabiamente en sus estudios. Después de que finalmente fue ascendido al puesto de director de la escuela debido a su trabajo ejemplar, los colegas de Naimat se pusieron profundamente celosos. Lo odiaban tanto, de hecho, que contrataron a un sicario para matarlo, y le dijeron al asesino que Naimat había blasfemado contra el profeta Mahoma.
El 6 de enero de 1992, el asesino a sueldo apuñaló a Naimat hasta la muerte cuando salía de su oficina. Anam, quien tenía 11 años en ese momento, culpó a todos los musulmanes por la muerte de su tío.
Después de graduarse de la escuela, Anam comenzó a buscar un trabajo para ayudar a mantener a su familia. Los cristianos paquistaníes a menudo tienen dificultades financieras debido a las limitadas oportunidades laborales y educativas, y el único trabajo que Anam pudo encontrar fue en una agencia de viajes propiedad de un musulmán. Aunque necesitaba el trabajo, renunció en su primer día de trabajo cuando el dueño intentó abusar de ella. La opinión que tenía Anam sobre los musulmanes fue confirmada.
«Llegué a saber muchas cosas sobre la persecución y la blasfemia, y cómo los cristianos paquistaníes llevan esta cruz», dijo. Después de meses de desempleo, Anam fue contratada como gerente de oficina para un grupo que ayudaba a los cristianos perseguidos. Su nuevo trabajo cumplió su deseo de hacer algo para ayudar a los creyentes perseguidos en Pakistán.
A través de su trabajo con cristianos perseguidos, Anam también experimentó un sorprendente cambio de corazón hacia los musulmanes. Cuando comenzó a entender que la persecución es algo esperado por aquellos que siguen a Cristo, dejó de odiar a sus perseguidores. Dejó de culpar a todos los musulmanes por la muerte de su tío, y reemplazó ese resentimiento con pasión por su trabajo y el deseo de ver a los musulmanes llegar a conocer a Cristo.
«Me encanta mi trabajo —dijo—, aunque a veces es como un pequeño gorrión que trata de extinguir un incendio forestal con agua en su pico […] Yo soy como ese gorrión».
Anam ha servido a creyentes perseguidos durante más de 16 años, y su jefe se refiere a ella como la «cara, los ojos y los oídos» de la oficina. Recientemente se casó, después de resistirse a la idea durante años porque temía que un esposo iba a querer que dejara de trabajar.
«Gracias a Dios, encontré un buen esposo que nunca me detiene de seguir mi pasión —dijo—. Trabajar para la iglesia perseguida no es mi trabajo, es mi pasión. Siempre recuerdo este versículo: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” [Colosenses 3:23]».
Una de las compañeras de trabajo de Anam, Rania, también ha enfrentado muchas dificultades como cristiana en Pakistán a pesar de su corta edad. Su padre, quien fue acosado continuamente por compañeros de trabajo musulmanes, murió de un ataque al corazón cuando Rania tenía 4 años, y dejó a su madre para cuidar de Rania y sus seis hermanos mayores.
Aunque la familia tenía el derecho legal de permanecer cinco años en su vivienda proporcionada por el empleador después de la muerte del padre de Rania, sus vecinos persuadieron a la gerencia para que los desalojara. Se oponían a la clase de escuela dominical que se reunía en casa de Rania cada semana.
Después de que la familia se asentó en otra pequeña casa, sus vecinos musulmanes nuevamente comenzaron a acosarlos debido a sus reuniones semanales de oración. Entonces, la noche del 23 de abril de 2007, alguien prendió fuego a su casa. Escaparon con vida, pero perdieron todo: certificados de nacimiento, tarjetas de identificación, la investigación de tesis de su hermano mayor y el uniforme escolar de Rania.
Durante los años siguientes, dos de sus hermanos mayores completaron los requisitos para sus títulos de licenciatura, pero les negaron los diplomas por ser cristianos.
Hoy en día, Rania trabaja como contadora en la oficina con Anam. «Entiendo su misión —dijo sobre la organización cristiana—. No puedo expresar con palabras mis sentimientos de lo feliz que estoy de estar sirviendo aquí».
Estas dos mujeres han soportado circunstancias difíciles debido a su identidad cristiana. Pero en lugar de permanecer llenas de odio, están siendo transformadas por Cristo. Hoy pueden decir con sinceridad que aman a los musulmanes.
Debido a sus experiencias personales son profundamente empáticas con los creyentes que entran por sus puertas. Muchos se encuentran en los puntos más bajos de su vida por haber sufrido ataques traumáticos y perdido hogares o seres queridos.
Al igual que muchos otros que sirven a sus hermanos y hermanas perseguidos, Anam y Rania están permitiendo que el Señor use las cosas «malas» de sus vidas para Su gloria eterna.