Bartolomé vino como un buscador reacio, traído a Jesucristo por Felipe, quien no podía esperar para correr la voz sobre el Mesías. La respuesta inicial de Bartolomé a las noticias sobre Jesús fue una mezcla de escepticismo y sarcasmo: «¿De Nazaret puede salir algo de bueno?» (Juan 1:46). Como lo había hecho el día anterior cuando conoció a Simón, Jesús saludó a Bartolomé con palabras perceptivas y desafiantes. Jesús de inmediato le hizo saber a Bartolomé que realmente lo entendía. Imagina que una persona te saludara con: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño» (Juan 1:47). Bartolomé quedó anonadado. «¿De dónde me conoces?», dijo. Jesús acababa de identificar su impulso central. No se sintió halagado; se sintió completamente conocido. Tenía curiosidad sobre cómo lo había hecho Jesús; a lo que Jesús respondió con una descripción de la ubicación de Bartolomé cuando Felipe lo encontró. La percepción de Jesús fue suficiente para convencer a Bartolomé de que Felipe tenía razón. Este era de hecho el Prometido. Y así lo dijo: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel» (Juan 1:49). Jesús recibió la declaración de Bartolomé con la promesa de que con el tiempo
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