Excomandante de las FARC ahora es obrero de primera línea en zonas rojas
Colombia
Elmer se sentó en una cueva para escuchar el viento aullador y el granizo que golpeaba la tierra empapada por la lluvia. Rodeado de oscuridad y temiendo por su vida, el comandante guerrillero de las FARC tuvo bastante tiempo para meditar y mucho qué pensar. Estaba siendo perseguido por un comandante de las FARC un rango por debajo de él, así como por soldados del gobierno. El comandante estaba celoso de que Elmer hubiera sido ascendido después de que los soldados del gobierno mataran al comandante superior anterior. Y el gobierno había puesto una recompensa de 200 millones de pesos colombianos (alrededor de 98 000 dólares) por su cabeza, lo cual lo había convertido aún más en un blanco.
Elmer solo veía una solución. Era la que le habían enseñado durante más de treinta años de adoctrinamiento con enseñanzas marxistas: «En situaciones como esta, quitarme la vida es mi única salida», pensó. Tomó su arma y se la puso en la cabeza. Pero cuando trató de apretar el gatillo, escuchó una voz que decía:
—No lo hagas.
Lo intentó dos veces más, pero en cada una escuchó la voz que le impidió apretar el gatillo. La cuarta vez que lo intentó, el granizo y la lluvia se detuvieron de repente.
—No lo hagas —dijo la voz de nuevo—. Te amo. Tú eres mi hijo.
Cuando Elmer tenía 13 años, fue reclutado para unirse a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, también conocidas como las FARC. Las FARC, junto con otros grupos paramilitares, han aterrorizado al pueblo de Colombia en su lucha por el poder. Cualquier persona o cualquier grupo que se interpone en su camino es atacado, incluidos los cristianos.
En las áreas controladas por las FARC, conocidas como «zonas rojas», los guerrilleros han matado a cristianos y les han dificultado evangelizar o reunirse para adorar. «Fui adoctrinado en el marxismo y el leninismo desde una edad muy temprana —dijo Elmer—. El adoctrinamiento me llevó a pensar que todo lo relacionado con el cristianismo necesitaba ser abolido, así que maté a muchos cristianos. Los desplacé de sus tierras y los perseguí, y tampoco les permitía reunirse en sus iglesias».
Elmer odiaba a los cristianos. Pensaba que eran débiles porque no se defendían. En una ocasión, él y otro guerrillero entraron en un pueblo que parecía estar abandonado en busca de comida y agua. Habían estado caminando durante varios días, y tenían mucha hambre y sed. Elmer pronto notó que un grupo de cristianos estaba en un río cercano, consiguiendo agua para llevar a su iglesia. Cuando llegó al río, estaba tan enojado con los cristianos que tomó su arma. Quería matarlos uno por uno y arrojarlos al río. Al ver a los guerrilleros armados y darse cuenta de su posición indefensa, los miembros de la iglesia comenzaron a cantar. Cuando Elmer trató de sacar el arma de su funda, su mano se congeló.
En otra ocasión, Elmer y un comandante secuestraron a cinco pastores. Al igual que el apóstol Pablo, quien usó su encarcelamiento para compartir el evangelio con la guardia romana, estos pastores aprovecharon la oportunidad para ser sal y luz para sus captores de las FARC. Durante días, Elmer y el comandante les preguntaron a los pastores qué tipo de trabajo hacían. Los pastores hablaron día y noche, plantando la semilla del evangelio en el corazón de Elmer.
En numerosas ocasiones que Elmer persiguió a los cristianos, compartieron el evangelio con él. Con el tiempo, su corazón comenzó a ablandarse hacia los creyentes, e incluso ayudó a cristianos a escapar.
Y ahora, mientras Elmer estaba sentado en la cueva oscura, después de haber fracasado en cuatro intentos de suicidio, estaba paralizado por el miedo. Sabía que el ejército todavía podía estar buscándolo, y estaba abrumado por la fatiga y el hambre. Arrojó su arma tan lejos como pudo, luego se puso de pie y le entregó su vida a Jesucristo. Pronto, Elmer escuchó la voz de alguien. Era un granjero quien había descubierto al asustado comandante guerrillero sobre quien todavía pendía una lucrativa recompensa por su cabeza. Había venido a traerle comida. Varios días después, el granjero finalmente lo persuadió para que saliera de su escondite.
Dejando atrás su vida como guerrillero, Elmer se entregó a los soldados del gobierno, quienes más tarde lo liberaron. Aunque ya no era perseguido por soldados del gobierno, sabía que los guerrilleros de las FARC lo consideraban un desertor.
Elmer de inmediato comenzó a acercarse a los guerrilleros para distribuirles Biblias y radios presintonizadas a las transmisiones de evangelización. También dirige una estación de radio cristiana desde su casa. «Entonces, en lugar de ser un mensajero de odio —le dijo Elmer a un obrero de VOM— ahora soy un mensajero de paz».
Las FARC consideran a Elmer no solo un desertor, sino también una amenaza que atrae a otros para que se aparten del movimiento. «Sé que a muchos en las FARC les gustaría matarme —dijo—, pero el Señor ha prometido ser fiel y no me soltará. Sus ángeles están conmigo, y yo estoy a salvo con el Señor. Sé que hay personas en las FARC que pueden volverse al Señor como yo. Así que, oro por ellos».
VOM apoya a Elmer y a otros obreros de primera línea en Colombia por medio de proporcionarles las herramientas que necesitan para alcanzar a los que se oponen al evangelio. VOM financia las conferencias de pastores que reúnen a quienes ministran en la primera línea de las zonas rojas de las FARC. En las conferencias, los pastores reciben enseñanza de la Palabra y pueden tener comunión con otros pastores perseguidos. También apoyamos las transmisiones de radio cristianas por medio de ayudar a pagar las torres de transmisión y otros equipos. Elmer ora para que más guerrilleros lleguen a la fe en Cristo por medio de escuchar el evangelio a través de las ondas radiales.