Al llorar la pérdida de su padre martirizado en Irán, Rashin le prometió al Señor que seguiría sus pasos.

El 3 de diciembre de 1990, la vida de Rashin Soodmand, de 13 años, cambió para siempre. Ese día, se enteró de que el Gobierno iraní había ejecutado a su amado padre por abandonar el islam, una decisión que había tomado a los 17 años.

Rashin se había acostumbrado a los repetidos enfrentamientos de su padre con las autoridades islámicas de Irán. Cuando aún era pequeña, se mudó junto con sus padres a la ciudad de Mashad, Irán, donde su padre se había criado como musulmán.

En 1980, durante los primeros días de la Revolución Islámica de Irán, sus padres comenzaron una Iglesia en su sótano, y después de enterarse de las reuniones, la policía religiosa arrestó repetidamente a su padre, Hossein Soodmand, y a otros creyentes. A pesar de sufrir tortura física y psicológica durante sus breves períodos en la cárcel, nada impidió que Hossein compartiera a Jesucristo.

Si bien la fe audaz de Hossein inevitablemente condujo a la persecución, también ayudó a proteger y, finalmente, a inspirar la fe de Rashin. Ella y sus hermanos eran los únicos cristianos en su escuela, por lo que su padre les enseñaba, y les hacía exámenes, sobre los fundamentos de la fe para contrarrestar sus estudios islámicos obligatorios.

«Eso era todo un desafío para mí —dijo Rashin—. Siempre me sentí diferente de los demás».

Rashin recuerda que su padre siempre la apoyó a ella, a sus tres hermanos y a su madre, quien es ciega. También, siempre apoyó a los de su congregación, a menudo andando en bicicleta durante dos horas solo para visitar a alguien de su Iglesia o para compartir el evangelio con un musulmán que tuviera curiosidad.

«Tenía celo por su Dios, y se podía ver por su fe y comportamiento —dijo Rashin—. Era cariñoso y muy fuerte. Aunque era tranquilo, su celo por el Señor era obvio».

Antes de su encarcelamiento final, las autoridades gubernamentales le dieron a Hossein dos semanas para tomar una decisión: podía abandonar su fe cristiana y vivir, o permanecer fiel a Cristo y morir. El Gobierno islámico considera a los apóstatas una amenaza para la seguridad nacional, y durante la década de 1980 Hossein llevó a muchos musulmanes, incluidos algunos eruditos islámicos, a Jesús. Esto lo hacía aún más peligroso a sus ojos.

Los líderes de la Iglesia se ofrecieron a ayudar a Hossein y a su familia a abandonar el país, pero se negó a huir. Aunque amaba mucho a su familia, amaba aún más a Jesús y a Su Iglesia.

Rashin dijo que su padre no temía frente a las amenazas del Gobierno islámico. «Soy un seguidor del Gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesucristo —les dijo a los líderes de la Iglesia—. Que yo escape de esta persecución haría que los corazones de mi rebaño se enfríen y debiliten, y nunca quiero ser un mal ejemplo para ellos. Estoy listo para volver a la cárcel y, si es necesario, dar mi vida».

Tras la ejecución de Hossein por ahorcamiento, las autoridades le negaron a la familia de Rashin el derecho a enterrarlo como quisieran. En cambio, fue enterrado en una tumba polvorienta sin nombre en una parte del cementerio de Mashad reservada para los disidentes y marcada deliberadamente como «Los Malditos».

Mientras Rashin lloraba a su padre, se encontró sorprendida por el consuelo de Dios. En la repentina ausencia de su padre terrenal, sintió la presencia de su Padre Celestial. Pero a lo largo de su adolescencia, continuó sintiendo el vacío dejado por la muerte de su padre de varias maneras. Echaba de menos compartir logros emocionantes e inseguridades adolescentes con él. Y como la hija mayor, también asumió nuevas responsabilidades para ayudar en el hogar y cuidar a su madre. La muerte de su padre la obligó a crecer rápidamente.

Sin embargo, también la ayudó a acercarse y a aprender a confiar en Dios. Tres días después de enterarse de la ejecución de su padre, Rashin renovó su compromiso con Dios: le escribió una carta prometiéndole seguir los pasos de su padre. Su martirio había encendido una nueva llama en su corazón.

«En ese momento, mi fe cristiana se hizo más real para mí —dijo Rashin—. Pude sentir la mano cariñosa de Dios, de modo que eso me hizo querer seguir a este Dios y a este Jesús a quien mi padre no quiso negar. Yo tampoco quería negar a Dios».

Después de que Rashin terminó el bachillerato, comenzó a buscar formas de cumplir la promesa que le había hecho a Dios. Pensó estudiar psicología con el objetivo de convertirse en consejera, pero después de mucha oración y consideración, decidió en 1999 asistir a una escuela bíblica en Inglaterra que ofrecía un programa para estudiantes iraníes.

Después de casarse con un compañero de clase que conoció en la escuela bíblica, comenzó a sentirse guiada a llevar el evangelio a Irán. Después de graduarse, en 2003, ella y su esposo se mudaron a Alemania y trabajaron entre los iraníes durante tres años, antes de mudarse a Inglaterra para servir en una organización de misiones globales. Mientras estaban en Inglaterra, Dios los llevó a trabajar con una Iglesia en Londres, donde el esposo de Rashin finalmente se convirtió en uno de los pastores.

Más tarde, Rashin ayudó a producir un programa cristiano de televisión por satélite para mujeres iraníes y también sirvió en un ministerio que ayudó a capacitar a las mujeres iraníes sobre cómo compartir el evangelio dentro de Irán. A través de su trabajo con las mujeres iraníes, sintió que Dios la estaba guiando a obtener un título en consejería cristiana.

«Sentí que los iraníes que provenían de un origen islámico estaban trayendo todos sus problemas de su origen musulmán a su fe cristiana —dijo—. Al venir a Cristo, crecían en su fe cristiana durante seis meses o un año, y después de eso algo les impedía seguir creciendo. Me di cuenta de que era por todas las heridas que tenían de su pasado».

Uno de los aspectos más gratificantes de su trabajo de consejería, dijo Rashin, es ministrar a los cristianos perseguidos. Actualmente está aconsejando a una mujer que, al igual que su propio padre, fue encarcelada por abandonar el islam; está agradecida de poder usar sus experiencias personales y profesionales para ayudar a esta madre de un niño pequeño a sanar de sus heridas.

«Me encanta este tipo de trabajo —dijo Rashin—, conocerlos y escuchar sus historias, y luego descubrir cómo puedo ayudarlos. A veces, solo es escucharlos y dejarlos hablar. A veces, solo estoy allí y el Espíritu Santo trabaja en ellos».

Ahora, casi tres décadas después de perder a su padre, Rashin dijo que está empezando a sentir que está cumpliendo la promesa que le hizo a Dios. Cuando considera el legado de su padre, se acuerda del dicho: «La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia».

Los líderes de las Iglesias caseras iraníes estiman que entre cientos de miles a incluso unos pocos millones de cristianos viven actualmente en el país, y Rashin cree que solo en Mashad hay aproximadamente trescientas Iglesias caseras.

Ella recibe consuelo e inspiración de saber que la audaz fe de su padre, incluso frente a la muerte, ayudó a hacer avanzar el Reino de Dios en Irán; y en su propio corazón.

«Siempre le digo a la gente que estoy feliz de que mi padre no muriera en un accidente o de una enfermedad —dijo Rashin—. Estoy feliz de que muriera por su fe y de que defendiera su fe. Ahora podemos ver los resultados».

Hija de mártir iraní es inspirada por el ministerio de su padre
Categorías: Historia