Historias de mártires cristianos: Andrés
Roma
Sin duda, con el permiso de su hermano Simón, Andrés dejó atrás las redes temporalmente y viajó para escuchar a un hombre llamado Juan el Bautista. Juan era la comidilla de la ciudad y el muelle. Instaba a las personas a ponerse a cuentas con Dios porque el tan esperado Salvador estaba por llegar. Andrés vio y escuchó algo en Juan que le gustó. Este hombre salvaje no solo era un crítico mordaz de los defectos de la sociedad, sino que también le ofrecía esperanza a la gente a través del arrepentimiento. Tenía la habilidad especial de hacer que la gente se sintiera bastante mal antes de mostrarles cómo podían ser perdonados. Así que, Andrés se convirtió en un seguidor de Juan el Bautista. Con el tiempo, es probable que se haya unido su amigo Juan, el hijo de Zebedeo, quien registró los pasos iniciales que Jesús dio al elegir un grupo de discípulos que entrenaría. En algún momento, por lo menos cinco de los apóstoles originales se encontraban en el área donde Juan el Bautista estaba llevando a cabo su ministerio.
Según el relato bíblico, Andrés fue el primero de la banda apostólica en descubrir a Jesucristo en su papel único como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Andrés estaba junto a Juan el Bautista cuando el apasionado profeta señaló a Jesús como Aquel a quien había venido a anunciar. No sabemos si Andrés fue testigo del bautismo de Jesús, pero Juan el Bautista probablemente identificó a Jesús, quien acababa de regresar de Su experiencia de cuarenta días en el desierto, la cual había ocurrido inmediatamente después de Su bautismo.
Andrés y su compañero anónimo (probablemente Juan) se acercaron a Jesús. Jesús los invitó a pasar tiempo con Él. Ellos inmediatamente ampliaron esa invitación para incluir a Simón. En un par de días, tanto Felipe como Natanael se unieron a ese pequeño grupo de buscadores. Estaban con Jesús cuando regresó a Caná para una boda, y presenciaron Su primer milagro. No mucho después de esto, Jesús llamó a Simón y a Andrés a dejar sus redes y seguirlo. Andrés nunca miró hacia atrás.
Se tomaba el tiempo de tratar a la gente de manera personal. Identificaba sus necesidades y cualidades, y las entendía. Silenciosamente tomaba cartas en el asunto. Conectaba a las personas entre sí. Y con Cristo. Le presentó a Jesús a su hermano mayor. Jugó un papel decisivo en otras presentaciones significativas, y produjo un impacto en la vida de las personas, una por una. Nos dice la tradición que, al final, fue esta gran cualidad del primer discípulo lo que hizo que lo mataran.
Rara vez es mencionado en los relatos de las acciones de Jesucristo, pero era una presencia constante. Sus pocos momentos en el centro de atención revelan que siempre estuvo al tanto de lo que estaba sucediendo y buscaba formas de ayudar.
En el relato de Juan de la alimentación de los cinco mil (Juan 6:4-13), Andrés fue quien hizo la tranquila sugerencia de que acababa de hablar con un muchacho que tenía cinco panes y dos peces. ¡No era mucho, pero era algo! Y lo que Jesús hizo con ese pequeño regalo fue asombroso. Juan 12:20-26 describe a un grupo de griegos que querían encontrarse con Jesús. Seleccionaron a Felipe para acercársele, quizá debido a su nombre griego, pero vale la pena señalar que Felipe le pidió a Andrés que lo ayudara a presentarlos. La última mención de Andrés por su nombre en las Escrituras ocurre en Hechos 1:13, donde es contado entre los once discípulos cuando eligieron a Matías para reemplazar a Judas. Sin duda, estuvo presente durante esos emocionantes y turbulentos primeros años en Jerusalén, sirviendo entre los líderes de la iglesia.
Si bien los viajes misioneros futuros de Andrés quizá lo llevaron tan al norte como Escitia (sur de Rusia) e incluyeron tiempo alrededor de Éfeso con Juan, es probable que haya terminado en la península griega en la ciudad de Patras, donde comenzó a relacionarse con las personas y a presentarles al Salvador. Entre los conversos había una mujer llamada Maximilla, la esposa de un alto funcionario romano, un gobernador llamado Egeas, quien estaba tan enojado por la conversión de su esposa que amenazó a Andrés con la muerte por crucifixión. A esto, Andrés respondió: “Si hubiera temido la muerte de la cruz, no habría predicado la majestad y gloria de Cristo”
Andrés fue arrestado y juzgado. A pesar de haber sido amenazado, azotado y torturado, se mantuvo firme. Se dice que el juez le suplicó a Andrés que no echara por la borda su vida, y el viejo apóstol respondió con igual pasión, instando al juez a no echar por la borda su alma.
Poco dispuesto a retractarse de su fe en Cristo, Andrés fue atado a una cruz en forma de X para morir de una manera lenta y dolorosa. Esta cruz en particular todavía se llama la cruz de San Andrés. Una fuente dice que cuando Andrés se acercó a ella, dijo: “¡Oh amada cruz! Grandemente te he añorado. Me regocijo al verte erigida aquí. Vengo a ti con la conciencia en paz y con alegría y el anhelo de que yo, que soy discípulo de Aquel que colgó en la cruz, también pueda ser crucificado. Cuanto más me acerco a la cruz, más me acerco a Dios; y cuanto más lejos estoy de la cruz, más lejos permanezco de Dios”.
Andrés colgó durante tres días en la cruz; y durante este tiempo enseñó a las personas que estaban cerca de él por medio de decirles cosas tales como: “Doy gracias a mi Señor Jesucristo, quien, después de haberme usado por un tiempo como embajador, ahora me permita tener este cuerpo, para que yo, a través de una buena confesión, pueda obtener gracia y misericordia eternas. Permanezcan firmes en la palabra y en la doctrina que han recibido, e instrúyanse unos a otros para que puedan morar con Dios en la eternidad, y recibir el fruto de Sus promesas”. Solo el Cielo revelará las miles y miles de vidas que finalmente fueron transformadas por el trabajo silencioso y persistente de Andrés entre bastidores, quien tocó una vida a la vez.
“Estimada es a los ojos
de Jehová la muerte
de sus santos”.
Salmos 116:15