Historias de mártires cristianos: John Smith
Guyana
Demerara era uno de los tres condados de la colonia caribeña de Guayana Británica (ahora Guyana). La esclavitud en Demerara era la regla, el modo de vida y el motor de su economía azucarera. Pasara lo que pasara allí, la esclavitud nunca debía ser cuestionada o amenazada. De los que podrían hacerlo, los misioneros eran los más culpables.
La Sociedad Misionera de Londres (LMS) envió a John Smith a Guayana Británica en marzo de 1817. En Demerara tomó el relevo del reverendo John Wray, quien había sido transferido al vecino condado de Berbice. Tales transferencias ayudaban a mantenertransitoriaslas relaciones entre el predicador misionero y la población esclava. Los lazos de simpatía eran peligrosos para la economía.
La primera entrevista de Smith con el gobernador Murray lo dejó bastante claro: enseñar a leer a los esclavos africanos estaba prohibido. El trabajo de la estación misionera era enseñar contentamiento, no educar, ni «insinuar nada que pudiera […] llevarlos a cualquier medida perjudicial para sus amos». En la Guayana Británica, la caña de azúcar era señor y rey.
De modo que el honorable reverendo John Smith comenzó su trabajo en una de las estaciones misioneras más ingratas, húmedas y opresivas del mundo: lejos de la patria británica donde William Wilberforce y otros líderes cristianos desafiaban los cimientos de la esclavitud y trazaban su extinción legal.
Smith hizo su trabajo quizá demasiado bien. Por un lado, se convirtió en amigo y consejero de sus feligreses, no simplemente en su predicador. En segundo lugar, distribuyó libros enviados por la LMS para la adoración y el crecimiento. Uno apenas podría distribuir libros si la escritura dentro de ellos seguía siendo indescifrable. Enseñar a los líderes de la iglesia a leer fue la consecuencia natural de enseñarles las responsabilidades del discipulado cristiano.
Cinco años después de haber iniciado su trabajo, Smith quedó atrapado en una crisis que él y otros debían haber visto venir. Ciertos esclavos, quienes adquirieron habilidades de lectura y que estaban al tanto del movimiento antiesclavitud de Gran Bretaña, llegaron a creer que los dueños de la plantación y el gobierno colonial ya habían recibido órdenes para su emancipación, pero que las habían suprimido. Al añadir injusticia a lamiseria se planificó una revuelta de esclavos. Entonces un viejo esclavo llamado Quamina, un diácono de la iglesia de Smith, se levantó para aconsejar que una huelga sería la mejor alternativa a una rebelión sangrienta. Quamina quería el consejo del predicador antes de que él y otros se levantaran en armas.
Smith aconsejó paciencia. Si había nuevas leyes en camino, que permitieran que llegaran. Incluso el gobernador mismo se vería obligado a aplicar las Leyes del Parlamento. Después de todo, Gran Bretaña era un país civilizado. Pero aconsejar paciencia cuando la libertad estaba en el aire no tuvo éxito. Alrededor de trece mil de los setenta y cuatro mil esclavos de Demera detuvieron a los gerentes de la plantación el 20 de agosto de 1823 y los pusieron bajo arresto domiciliario. Sin embargo, el gobernador reunió a su milicia y rápidamente desarmó a los rebeldes desorganizados, con suficientes pérdidas de vidas para enseñar la lección requerida. Quamina fue perseguido y asesinado. Smith fue arrestado a instancias de los gerentes de la plantación. Pensaron que debía haberlo sabido, que no había advertido al gobernador yque, por lo tanto, era, a sus ojos, un coconspirador tan culpable como un esclavo africano que hubiera tomado un arma o una macana. Smith fue juzgado por un tribunal militar, el cual incluía a oficiales que habían dirigido operaciones de campo contra los esclavos. Sentenciaron a Smith a ser ahorcado.
Indignados de que un misionero británico pudiera ser ejecutado por el ejército británico después de un juicio falso en suelo británico, la LMS y otros trataron de salvarlo. Pero antes de que mentes más tranquilas pudieran enviar su conmutación al gobernador Murray desde la madre patria, Smithhabía muerto víctima de una neumonía que contrajo en la pestilencia y hediondez de la cárcel de Guayana esperando noticias de Londres.
El diario de Smith reconocía silenciosamente su culpa:
Culpable de distribuir literatura cristiana a los esclavos:«Las Biblias y los Testamentos fueron enviados desde la Sociedad Bíblica al permitirme un poder discrecional para disponer de ellos». Culpable de hacerse amigo de los esclavos:«Ningún misionero puede cumplir propiamentesus funciones sagradas sin tener alguna relación con su pueblo más allá de la de la enseñanza pública». Culpable de desalentar el trabajo de campo el domingo:«¿Qué crimen he cometido? ¿Son sus amos mayores que Dios?». Culpable de sacrificio y servicio al evangelio.
Después de sumuerte, los trabajadores africanos lo llamaron el Mártir de Demerara. El Parlamento detuvo el comercio británico de esclavos en 1807. A todos los esclavos africanos en el Imperio se les concedió la libertad en 1833.