Historias de mártires cristianos: Shahzad y Shama
Pakistan
Shahzad y su esposa, Shama, se aferraron el uno al otro, y oraron mientras más de quinientos musulmanes rodeaban su casa gritando insultos y amenazas. El líder de la mezquita había acusado a la pareja, por el altavoz, de haber quemado un ejemplar del Corán, lo cual alimentó la furia de la turba. «¡Quemaron el Sagrado Corán! —gritaron—. ¡Les daremos una lección!». No pasó mucho tiempo para que la acusación se difundiera.
Después de haber entrado en casa de la pareja a través de un agujero en el techo de paja, los enojados musulmanes los sacaron a rastras. A pesar de sus súplicas de misericordia y de que Shama estaba embarazada de su cuarto hijo, la multitud los golpeó despiadadamente, y les rompieron las piernas a ambos. A continuación, miembros de la turba los ataron detrás de un tractor y los arrastraron durante más de treinta minutos.
Shahzad se había mudado a la ciudad pakistaní de Kot Radha Kishan en el año 2000 con sus hermanos y con su padre, Nazar. Debido a su fe cristiana, tuvieron dificultades para encontrar trabajo. En Pakistán, los cristianos son tratados como ciudadanos de segunda clase, y a menudo deben trabajar como barrenderos o como limpiadores de alcantarillas. Shahzad y su familia encontraron trabajo en un horno de ladrillos. Era un trabajo duro, pero proporcionaba suficiente dinero para comer y un lugar para vivir, a pesar de que vivían como esclavos y tenían una gran deuda con el dueño del lugar.
Seis años después, Shahzad se casó con una mujer cristiana llamada Shama. Juntos, se dedicaron a servir al Señor y a la comunidad cristiana, y dos veces al mes se reunían con los cristianos del lugar para orar. No obstante, el padre de Shahzad, Nazar, se hizo amigo de algunos musulmanes locales, e incluso comenzó a acompañarlos a algunos de sus rituales. Esto perturbó a Shama, quien le rogó que se mantuviera fiel a Cristo. Tiempo después, Nazar escuchó el consejo de su nuera, y dejó de participar en estos encuentros, situación que no pasó desapercibida en la comunidad. Los musulmanes de la aldea pensaron que Shama lo había convertido del islam al cristianismo, y su resentimiento contra ella creció.
Cuando Nazar enfermó, Shahzad se tomó un tiempo del trabajo para encontrar un tratamiento para su padre. Al morir Nazar, a finales de octubre, Shahzad regresó a su trabajo en el horno, solo para ser golpeado por sus superiores por haber faltado. Entonces, Shahzad decidió que ya no podían quedarse en ese lugar. Pero tenían una gran deuda con el dueño heredada de Nazar, y Shahzad quería irse en buenos términos. «Díganos cuánto le debemos —le dijo al propietario—. Lo devolveremos y nos iremos de su horno de ladrillos».
El dueño del lugar y su administrador no querían que la pareja saliera libre. Ya estaban resentidos con Shahzad por no dejar que su esposa trabajara allí, por temor a que los hombres se aprovecharan de ella. El propietario del horno y su administrador idearon un plan: si acusaban a Shahzad y a Shama de quemar un ejemplar del Corán, serían golpeados y encarcelados. Así, temprano, en la mañana del 4 de noviembre de 2014, el dueño del horno y su administrador fueron a la mezquita local y acusaron a la pareja cristiana del crimen, lo cual generó indignación en la comunidad musulmana.
Después de que la multitud arrastró a Shahzad y a Shama alrededor del patio del horno, sus cuerpos sin vida fueron metidos en los orificios de ventilación sobre el horno de ladrillos y, quemados. El feroz ataque duró cuatro horas.
La policía informó que no había pruebas de que se hubiera quemado un Corán, y los políticos locales condenaron los asesinatos. Cuatrocientas personas fueron arrestadas y encarceladas por sus acciones ese día, por lo tanto, se inició un movimiento para cambiar las leyes de blasfemia del país, que han sido ampliamente utilizadas contra los cristianos y contra otros por parte de cualquiera que tuviera una queja en su contra. Conforme a esas leyes, varios cristianos han sido acusados falsamente de blasfemar contra el islam, el Corán y Mahoma. Shahzad y Shama se aferraron a su fe en Jesús en sus momentos finales, y sus muertes no fueron en vano.