En la cultura musulmana conservadora de Uzbekistán, las mujeres casi pueden pasar desapercibidas, llevando difíciles vidas de trabajo interminable en el hogar o la granja. Por ello, cuando llegan visitas, especialmente durante los fríos y largos inviernos, las mujeres generalmente se alegran de poder descansar y tomar té con el recién llegado.

Un equipo de mujeres cristianas en Uzbekistán está utilizando esta estrategia para plantar iglesias discretamente. Comenzaron antes del 2017, cuando la oposición del Gobierno al cristianismo era intensa, y hoy en día este método todavía les ayuda a escapar de la atención de los extremistas musulmanes en la comunidad.

Olma llegó a la fe hace dos décadas e inmediatamente comenzó con su esposo varias iglesias en casa. Cuando las autoridades amenazaron con encarcelarlos, se mudaron a otra ciudad, y cuando la policía los persiguió nuevamente, se mudaron otra vez.  Dondequiera que Olma iba, enseñaba a nuevos creyentes y dirigía comunidades en casa. “Me gusta cuando las personas vienen a Cristo y sus vidas cambian —nos dijo—. Mi mayor deseo es el avivamiento en el reino de Dios. Mi pasión es hacer más líderes; de esa manera puedo hacer discípulos y enviarlos de vuelta a sus propias comunidades”.

Una de las líderes de Olma en el grupo de hacedoras de discípulos, una mujer llamada Umida, llegó a la fe a través del testimonio de su hermana mayor, a quien Olma había guiado a Cristo. Los hermanos de Umida la trataban mal, siempre diciéndole que era la chica más fea que habían visto. Cuando escuchó las Buenas Nuevas a través de su hermana mayor, Umida puso con gozo su fe en Cristo. “Fue fácil para mí aceptar el Evangelio —dijo—, porque en aquellos días necesitaba paz y libertad”. La hermana de Umida la visitaba una vez al mes, y con entusiasmo estudiaban juntas la Biblia. Pero cuando los hermanos de Umida se enteraron de su nueva fe, comenzaron a golpearla, y su hermano mayor tomó su Biblia y la enterró. Sin embargo, Umida permaneció fiel y pronto recibió de Olma una Biblia nueva. Decididos a desalentar la nueva fe de su hermana, los hermanos de Umida quemaron la Biblia de reemplazo, y destruyeron un total de seis Biblias en los siguientes años al irrumpir en la caja con llave en la habitación de Umida donde trataba de mantener la Palabra de Dios a salvo de quienes la menospreciaban. A pesar de las frecuentes palizas y el escarnio de sus hermanos, Umida continuaba creciendo en la fe. Finalmente, después de descubrir que sus hermanos planeaban obligarla a casarse con un hombre de 78 años y convertirse en su tercera esposa, decidió irse de casa. Entonces Umida se mudó con Olma y su esposo, quienes la discipularon durante dos meses. Cuando Umida regresó a su ciudad natal, comenzó a visitar un pueblo cercano, allí tomaba té con otras mujeres y compartía el Evangelio. “Durante diez años, no me reí en absoluto —dijo—. Después de llegar a Cristo, mi corazón se llenó de gozo y quise compartir este gozo con otras personas”. Debido a las dificultades que Umida soportó en su familia, disfruta de la oportunidad de ayudar a las cristianas más jóvenes en situaciones similares. “Sé lo que es la persecución —dijo—, y por esa razón me gusta orar por las personas que son perseguidas, y recorrer ese camino con ellas”.

Biblia
Leyendo la Biblia

Otra de las líderes de Olma, una mujer de veintitantos años llamada Shirin, vivió durante años con un padrastro abusivo. Cuando Shirin había perdido toda esperanza y estaba considerando el suicidio, alguien cristiano compartió el Evangelio con ella y con su madre. Ambas mujeres pronto pusieron su fe en Cristo. “Después de venir a Cristo, Él dio paz a mi corazón —dijo Shirin—. Mi vida ahora es totalmente diferente”. Cuando el padrastro de Shirin se enteró de su fe, la echó de la casa. Después Shirin conoció a Olma en una reunión de iglesia en casa y finalmente se unió a su equipo de hacedoras de discípulos, compartiendo hogar con Umida y otras varias creyentes cuyas familias les habían rechazado debido a su fe en Cristo. Con el tiempo, el padrastro de Shirin también dio a su madre un ultimátum: “Elígeme a mí o a tu hija y a Cristo —amenazó—. Si eliges a tu hija y a Cristo, vete de mi casa”. La madre de Shirin eligió a Cristo y ahora vive en un apartamento cerca de Shirin. Aunque ha sido difícil, Shirin dijo que su experiencia le ha enseñado a perdonar a los demás. “Dios me ha ayudado a trabajar en mi carácter”, dijo. Y aunque perdonaría a su padrastro si lo viera, dijo que nunca volvería a vivir con él. “Ahora mi vida y la vida de mi madre con Jesucristo son muy hermosas”, explicó. Tanto Umida como Shirin son líderes clave en la red de mujeres hacedoras de discípulos de Olma. Reparten entre ellas cada pueblo y cada iglesia en casa y regularmente estudian la Biblia juntas. Aunque ellas pueden compartir y practicar abiertamente su fe en algunas aldeas, las mujeres aún experimentan fuerte persecución en algunas comunidades musulmanas.

Shirin dijo que quiere ver que las personas pongan a Cristo primero en sus vidas y que “tengan el corazón de un discípulo, apasionado por todas las disciplinas en la vida de un creyente”. La oración de Umida por los grupos que dirige es que sean fuertes en la fe y continúen hasta “la veinteava generación”. “Este año espero ver que empiecen otras dos iglesias en casa”, dijo. También quiere que los miembros de la familia que la rechazó lleguen a la fe en Cristo. Como nadie les presta mucha atención, Olma, Umida, Shirin y las otras mujeres continúan con su trabajo, metiendo Biblias en sus bolsos y reuniéndose alrededor de las mesas de las cocinas para hablar de Jesucristo, la. verdadera esperanza para Uzbekistán.

La hermandad encubierta de hacedoras de discípulos
Categorías: Historia, Oración