Una cosa es que el Gobierno, tu clan o extraños se opongan a ti por causa de tu fe en Cristo. Pero es mucho más difícil y doloroso cuando la persecución proviene de tu propia familia. La persecución más dolorosa que ha enfrentado Ibrahim vino de aquellos que vivían bajo su propio techo.

“La mayor persecución que sentí fue cuando se llevaron a mi esposa”, recuerda. “Los miembros del clan se la llevaron a la fuerza… porque me hice cristiano”. Aunque la esposa de Ibrahim no quería dejarlo, no pudo oponerse al deseo de sus familiares de castigar a su esposo “infiel”.

Por casi tres años, la esposa y los hijos de Ibrahim vivieron en la embajada de Arabia Saudita en Nairobi como “invitados” del embajador saudí, quien veía la propagación y la protección del islam como una parte importante de sus deberes. Estuvo más que feliz por usar los recursos del Reino de Arabia Saudita para castigar a un infiel que había dado la espalda al islam.

Ibrahim fue forzado a vivir apartado de su esposa por un total de 11 años después de que conoció a Jesucristo. De hecho, su esposa estaba viviendo con unos parientes cuando murió. Celebraron un memorial y enterraron su cuerpo incluso antes de informarle que su esposa, de más de 60 años, había fallecido.

Durante esos largos años de separación y desaliento, Ibrahim tuvo dos fuentes de consuelo: la Palabra de Dios y el cuerpo de Cristo, la iglesia. “Estar en esa situación fue muy doloroso”, dijo. “A veces se volvió insoportable. Los miembros de la iglesia venían y me alentaban, oraban conmigo. Cuando sentía dolor… leía constantemente la Palabra, que me recordaba que la paciencia daría fruto”. Un pasaje al que Ibrahim recurría una y otra vez fue el Salmo 5, que habla del cuidado de Dios hacia sus hijos, así como el castigo para los que abusan de ellos: “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, Porque a ti oraré… Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová… Pero alégrense todos los que en ti confían; den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; en ti se regocijen los que aman tu nombre. Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; como con un escudo lo rodearás de tu favor”.

Otro pasaje favorito fue la parábola de los talentos en Mateo 25. Cada vez que leía la historia, recordaba que siempre debía permanecer fiel. “Mi fe me fortaleció. Si no tuviera una fe sólida, hubiera retrocedido, pero ella me ha alentado”.

Ibrahim dice que siempre lo han alentado los héroes de la fe de la Biblia. “Incluso Pablo… fue apedreado,” dice. “Los que creyeron antes de mí, la mayoría de ellos sufrieron la misma e incluso peor persecución. Esteban fue asesinado por causa de su testimonio. Yo me di cuenta que también tendría que pasar por el mismo camino de sufrimiento. Incluso Pedro fue encarcelado, y las puertas de su celda fueron abiertas”.

La obra ministerial de Ibrahim nunca se ha detenido a causa de la presión o la persecución, ni en sus primeros días como seguidor de Cristo. Desde predicar el Evangelio usando altavoces mientras cursaba la escuela bíblica, hasta contrabandear Biblias a Somalia en camellos; su pasión por compartir el Evangelio —especialmente con los somalíes de origen étnico— nunca ha menguado. Actualmente, el norte de Kenia está salpicado de monumentos vivos a su trabajo; Ibrahim ha plantado veintitrés iglesias en el transcurso de su ministerio.

Cuando habla a los musulmanes, Ibrahim comienza exponiendo sus credenciales islámicas, tal como Pablo anunció su herencia hebrea y su entrenamiento ante la iglesia en Filipos (Filipenses 3:4-6). Entonces cuando Ibrahim establece su credibilidad como alguien que se entrenó para ser un imán y que estudió extensamente el Corán, dirige la conversación hacia Jesucristo.

Si bien la mayoría de los somalíes se identifican como musulmanes, Ibrahim dice que muchos tienen poco entendimiento de las doctrinas más básicas del islam. Después de todo, el Corán está escrito en árabe, un idioma que muchos somalíes no hablan o no pueden leer. Dice que a menudo puede asegurar que los oyentes están entendiendo su mensaje e incluso pueden estar abiertos a aceptar a Cristo, pero tienen miedo a ser perseguidos. Aún así, algunos ponen su fe en Cristo, y profesan su fe valientemente.

Pero esa valentía tiene un precio. En 1974, los musulmanes radicales reaccionaron violentamente al rápido crecimiento de la iglesia en Wajir, matando a catorce nuevos creyentes somalíes en las calles y quemando una iglesia de la localidad hasta los cimientos. Todos los misioneros abandonaron la zona después de recibir notas que decían que ellos y sus familias serían asesinados si se quedaban en la ciudad. Y aunque era su hogar natal, Ibrahim ya no pudo volver a vivir en Wajir.

En todos estos años, a Ibrahim le han disparado, ha sido apedreado, y arrestado dos veces. Ha compartido el Evangelio desde la plataforma de un camión, desde el púlpito de numerosas iglesias, en grandes reuniones al aire libre y en conversaciones individuales. Ha visto a las autoridades y extremistas cancelar o interrumpir sus reuniones evangelísticas. Y la última vez que le arrojaron piedras fue hace solo cinco años, ¡mucho después de cumplir 80 años!

“Si te ofreces como voluntario para ser un buen administrador de la Palabra de Dios, pasarás por varios problemas, desafíos, incluso por el fuego”, dice con naturalidad. Ibrahim no ve su sufrimiento como algo extraordinario, sino simplemente como la esperada consecuencia por seguir a Cristo. Cuando un visitante sugirió que Ibrahim había sufrido mucho durante su caminar cristiano, él rápidamente respondió: “Ni siquiera es suficiente [en comparación con lo que Cristo sufrió por mí]”.

Su avanzada edad y algunos problemas de salud han hecho más lento el trabajo ministerial de Ibrahim en los últimos años, pero él sigue comprometido a compartir el Evangelio e inspirar y capacitar a la próxima generación de cristianos somalíes y líderes de la iglesia. Muchos pastores lo ven como un héroe de la fe y mentor, buscando frecuentemente su consejo. A veces Ibrahim es invitado a hablar en institutos bíblicos, donde pasa varios días derramando sabiduría divina en líderes en desarrollo de la Iglesia keniana y en evangelistas que comparten a Cristo con los musulmanes. 

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Actualmente, los somalíes de origen étnico en Kenia que llegan a Cristo todavía enfrentan muchas dificultades y pruebas. Mientras que el Gobierno de Kenia promete libertad de religión, los familiares y los líderes de clan pueden y de hecho persiguen a aquellos que abandonan el islam para seguir a Cristo. Debido al largo camino de sufrimiento que Ibrahim ha recorrido, él está bien calificado para orientar, alentar y preparar a los nuevos creyentes, pero su trabajo ministerial es a veces doloroso. Ibrahim tenía un pariente, un joven evangelista que orientaba y animaba, llamado Abdiwelli, también llamado Abdi (ver “Martirizado por alcanzar a su pueblo”. Abdi tenía un poderoso ministerio alcanzando a los musulmanes para Cristo… hasta que fue asesinado a tiros en Garissa, Kenia, en 2013. “Él era mi hijo en la fe”, dice Ibrahim, sosteniendo con orgullo una foto de los dos.

La denominación de la iglesia de Ibrahim especifica una edad de jubilación para quien ejerce un ministerio, edad que él pasó hace mucho tiempo. Mientras Dios le de fuerzas, Ibrahim dice que no dejará de compartir el Evangelio. “No puedo retirarme de la obra de Dios”, dice.

Han pasado más de cincuenta años desde que la chispa del Evangelio fue encendida en su corazón por la obra del Espíritu Santo y por un misionero cuyo nombre nunca conoció. Sin embargo, Ibrahim permanece tan listo para predicar y compartir como siempre. Y todavía está listo para arriesgarlo todo por ver a los somalíes recibir la salvación ganada solamente a través de la fe en Cristo.

La persecución más dolorosa
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