Mujer cristiana nigeriana víctima de abuso y envenenamiento por su familia
Nigeria
UNA HIJA TRAICIONADA
Ruth estaba hojeando la Biblia en su habitación cuando entró su hermana menor.
«¡Mamá, Ruth tiene uno de esos libros que pertenecen a los cristianos!», gritó su hermana mientras salía corriendo de la habitación. Presa del pánico, Ruth metió la Biblia bajo el colchón.
La madre y la hermana de Ruth registraron la habitación en busca del libro prohibido, pero de alguna manera lo pasaron por alto aunque voltearon el colchón. «Si encuentro una Biblia, solo Alá podrá salvarte», le advirtió su madre.
Ruth vivía en un pueblo musulmán situado en el estado de Adamawa en el norte de Nigeria. Ella y sus hermanos vivían con su madre, mientras su padre mantenía a la familia por medio de trabajar en otro estado. Al igual que el 60% de las niñas musulmanas del norte, Ruth nunca aprendió a leer. A los 19 años, todavía pasaba los días ayudando a su madre en las tareas domésticas.
Ruth no tenía una buena opinión de los cristianos. Eran unos infieles, y los que conocía se comportaban de forma inmoral. Sin embargo, un chico cristiano, el hijo de un pastor, siempre inclinaba la cabeza cortésmente y sonreía cuando ella pasaba. Sin embargo, ella no quería tener nada que ver con él.
Entonces, un día, el chico detuvo a Ruth y le dijo que había soñado que se convertía al cristianismo. Ofendida, respondió de forma grosera y siguió caminando, pero durante días siguió pensando en lo que le había dicho. Se sintió inquieta al considerar la posibilidad. «Si me convierto al cristianismo —pensó—, ¿qué pasaría con mis padres?». Sabía que su familia la rechazaría si dejaba el islam.
Ruth pensó en el comentario del chico durante dos semanas antes de decidir finalmente que el Señor le estaba hablando. A continuación, se reunió con un pastor, quien oró con ella para que recibiera a Cristo y le dio una Biblia, la cual, antes de volver a casa, metió bajo el velo hasta la rodilla que usaba. Pero esa tarde, su hermana la sorprendió mirando el «libro cristiano».
«Tenía miedo y sabía que si les decía [que me había hecho cristiana], algo malo pasaría», dijo.
Después de volver a hablar con el pastor, Ruth se armó de valor y anunció a su familia que se había hecho cristiana. Su madre le dijo que era un insulto para la familia y le ordenó que empezara con sus tareas.
Más tarde, cuando Ruth terminó las tareas domésticas, su madre le dio un poco de yogur casero. Poco después de terminarlo, Ruth sintió calambres en el estómago y empezó a echar espuma por la boca. Su madre y sus hermanos la arrastraron fuera y la dejaron en el jardín delantero para que muriera.
Algunos vecinos de Ruth que la encontraron tirada en el jardín la llevaron rápidamente al hospital.
Mientras Ruth se recuperaba durante los tres días siguientes, su madre vino a visitarla y le trajo nueces de regalo. Pero después de probar las nueces y examinarlas más de cerca, el pastor decidió tirarlas, sospechaba que también estaban envenedadas. Ruth se quedó en casa del pastor tras recuperarse del envenenamiento, pero sus dificultades como cristiana apenas comenzaban.
Un día, la madre de Ruth llamó y dijo que le costaba mucho seguir con las tareas domésticas ahora que no tenía ayuda. A pesar de los intentos de su madre por matarla, Ruth aceptó obedientemente ir a ayudarla.
Mientras Ruth trabajaba en casa de su familia ese día, oyó que llamaban a la puerta. Su madre no estaba en ese momento, así que su hermano mayor fue a ver quién era. Abrió la puerta y recibió a tres hombres en su casa; Ruth reconoció a los tres como miembros del grupo islamista Boko Haram. El hermano de Ruth se dirigió a su habitación, mientras que los tres hombres se dirigieron hacia ella y dijeron que habían venido a verla.
Entonces comenzó el ataque. Los hombres la sujetaron, la golpearon y la violaron repetidamente hasta que perdió el conocimiento.
Cuando la madre de Ruth regresó, la encontró tirada en el suelo sangrando gravemente. Ruth le dijo a su madre que su hermano había organizado el ataque, pero ella se negó a creerlo. Ruth volvió entonces con el pastor, quien la llevó al hospital para que la atendieran.
A LA FUGA
Al darse cuenta de que su familia nunca iba a aceptar su nueva fe, Ruth decidió que era hora de marcharse. Su pastor hizo arreglos para que se mudara a otra ciudad, pero ella se sentía perdida e inútil en el hogar donde estaba. Luego, en 2016, quienes cuidaban de ella hicieron arreglos para que asistiera a una escuela de formación de discípulos donde estudiaría la Biblia y aprendería una habilidad vocacional. «Me emocioné cuando me hablaron de la escuela», dijo.
Cuando Ruth llegó a la escuela descubrió que todas las alumnas eran como ella: exmusulmanas que habían huido de sus hogares tras conocer a Cristo, y quienes, como ella, habían experimentado la persecución después de convertirse al cristianismo. Algunas habían sido abandonadas, mientras que otras habían sido golpeadas u obligadas por su familia a casarse con un musulmán.
Ruth se sintió acogida en la escuela. «Me animó saber que no soy la única en haber dejado el islam y haber venido al cristianismo y [haber experimentado] todos los problemas por los que he pasado», dijo.
Pasó un año en el programa apoyado por VOM estudiando la Biblia, memorizando versículos y disfrutando de la comunión con otras mujeres convertidas al cristianismo. Una de las cosas que aprendió durante su estudio fue el perdón. «Le resultaba difícil a mi corazón —dijo—, pero entonces tomé la decisión de que perdonaría a quienes me habían hecho daño. No importaba cuánto doliera o lo que me pudiera pasar, yo los perdonaría».
Tras graduarse del programa, Ruth se convirtió en aprendiz en un taller de costura dirigido por una mujer cristiana. Ahora, con poco más de 20 años, pronto estará totalmente preparada para dirigir su propio taller de costura. Está aprendiendo a leer y escribir, y actualmente sale con un hombre cristiano bajo la supervisión de su tutor cristiano. Espera casarse algún día.
Ruth experimentó una terrible persecución después de poner su fe en Cristo, pero ha perseverado en la fe con la ayuda y el aliento de otros creyentes. Cuando le preguntaron si valía la pena hacerse cristiana, respondió suavemente: «Sí, valió la pena».