Un cristiano paga el más alto precio cuando su testimonio afecta el comercio ilegal en una aldea de Sri Lanka. Después de una reunión de oración en la Iglesia Misión de Oración, la mañana del 16 de diciembre de 2021, Kalithas Selvakeerthi habló con su pastor, Ravichandran, sobre una decisión importante que había tomado: renunciaba como presidente del comité de desarrollo comunitario para ingresar al ministerio de tiempo completo en la iglesia. “Si la iglesia está abierta y yo no estoy ahí, es porque estoy en la cárcel o estoy muerto”, había dicho Kalithas muchas veces. Kalithas se preocupaba profundamente por su comunidad, así como por el pueblo de Dios como anciano en la iglesia. Constantemente veía a las familias de la comunidad y llevaba alimentos a los necesitados. Incluso los líderes hindúes locales notaban y respetaban sus actos de compasión. “El hermano Selvakeerthi hizo muchas cosas en beneficio de la comunidad”, dijo Seelan, un líder hindú que trabajó junto a Kalithas en el comité de desarrollo comunitario. Kalithas sabía que vivir su fe cristiana en una aldea mayoritariamente hindú podía implicar un alto precio, pero amaba a la iglesia y creía en el poder del Evangelio para cambiar vidas.
Leer másDe Vándalo a Asechado
Leer másAun paralizado por una herida de bala, un pastor iraquí, sin inmutarse, proclama el Evangelio. La propuesta de matrimonio de Haytham a su esposa, Mary, fue la última y la menos romántica de las tres que recibió. “Creo que te amo —comenzó—, y quiero que seas mi esposa, pero también quiero contarte el plan para mi vida”. Entonces le explicó el llamado de Dios en su vida: su deseo de dejar su trabajo ministerial en el Líbano y regresar a su tierra natal iraquí para predicar el Evangelio. “Lo más probable es que tenga una vida más difícil que la persona promedio”, advirtió. Haytham estaba listo para ser rechazado. Sabía que vivir como obrero cristiano en un país devastado por la guerra y predominantemente musulmán no era la vocación de todos los cristianos. Sin embargo, su devoción a ese llamado era justo lo que Mary quería en un esposo. “Señor, quiero que envíes a alguien dedicado a ti – había orado -, y con él quiero casarme”. Ella reconoció a Haytham como la respuesta a esa oración. Un año después de casarse, en 1999, la pareja se mudó a una zona del Líbano densamente poblada por refugiados iraquíes y estableció
Leer másObligada a huir de Nigeria tras el asesinato de su esposo, una viuda cristiana regresa a Níger decidida a criar a sus hijos según la Palabra de Dios. Cuando el esposo de Rahila, Abdullahi, se convirtió en seguidor de Cristo, se enfurecido hermano, que practicaba la brujería, tomó medidas para detenerlo. En diciembre de 2009, Rahila y su esposo, Abdullahi, llevaron a su familia de ocho miembros a casi 805 km al sur, de Níger a Nigeria. El padre de Abdullahi había vivido en el estado de Kaduna, Nigeria, hasta su reciente muerte, y Abdullahi quería seguir trabajando la tierra de su padre. “Debido a que crecí aquí [en Níger], mudarme a Nigeria fue difícil —dijo Rahila—. Lo hice porque él era mi esposo y tenemos hijos, así que no hay problema”. Cuando el hermano mayor de Abdullahi, Umaru, supo del regreso de Abdullahi a Nigeria, fue a visitar a su hermano. Pero no fue un feliz reencuentro; Umaru se enojó cuando se enteró que Abdullahi y su familia se habían convertido al cristianismo. Como musulmán, Umaru no podía tolerar que su hermano menor asistiera a la iglesia cinco días a la semana. “Su hermano mayor salía cada vez que
Leer másEl 22 de septiembre de 2013, terroristas suicidas atacaron la Iglesia de Todos los Santos en Peshawar, Pakistán, después de un servicio dominical de adoración. Un fiel matrimonio, que perdió dos hijos en el ataque, ha ayudado a traer esperanza y sanidad a su iglesia, además de una obediencia bíblica para perdonar a sus perseguidores. Anaya estuvo a punto de no ir a la iglesia ese domingo por la mañana. Su esposo, Fahmi, coordinador del ministerio juvenil en su provincia, estaba al otro lado del mundo en una conferencia de líderes juveniles cristianos. Así que Anaya, sola, tuvo que levantar y alistar a su hijo de 11 años, Ishan, y a su hija de 9 años, Naher, para el servicio de adoración de la mañana. Naher había despertado con fiebre esa mañana, y Anaya dudó en llevarla a la iglesia. Pero los niños le rogaron a su madre que los llevara a la escuela dominical, e incluso pidieron el apoyo de su padre en una videollamada temprano en la mañana. Anaya cedió y se dirigieron a la Iglesia de Todos los Santos, igual que todas las semanas. “Les preocupaba perderse la historia bíblica —dijo Anaya—. Siempre querían ir a la
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