Refugiado somalí cristiano huye de musulmanes que buscan matarlo
Uganda
La piel clara de Adam y sus rasgos árabes lo delatan inmediatamente como somalí en su país de adopción, Uganda. Cuando sus alumnos en la escuela de capacitación misionera se encuentran con él, las primeras palabras que les vienen a la mente son «terrorista» y «espía». Pero Adam disfruta de la oportunidad de poner de cabeza sus estereotipos al compartir cómo se convirtió en una nueva criatura en Cristo después de varias décadas como musulmán practicante.
A LA FUGA
A los 17 años, después de que su padre fue asesinado por el grupo islamista somalí Al Shabab, Adam se unió a los casi dos millones de somalíes que han huido de la violencia en su tierra natal para vivir en otra parte. Se trasladó a Uganda, donde tenía familiares entre los 40 000 refugiados somalíes que ya vivían allí. Al reflexionar sobre sus experiencias, se dio cuenta de que «los somalíes no estamos sufriendo a manos de las personas que odiamos, sino que estamos sufriendo a manos de las personas que amamos».
Si la fe islámica había motivado a Al Shabab a matar a su padre, Adam no quería tener nada que ver con ellos. Comenzó a buscar algo más, y no se guardó sus pensamientos. Buscó a cristianos somalíes en línea e incluso vio la película JESÚS con un grupo de amigos. Mientras que la mayoría de sus amigos rechazaron la película y se salieron, Adam la vio hasta el final.
Pero cuando su primo, quien mantenía económicamente a Adam, se enteró de su interés en el cristianismo, lo inscribió en un internado especial para musulmanes que vacilaban en su fe. Solo después de llegar a la escuela, Adam se dio cuenta de que estaba diseñada para reeducarlo en la grandeza del islam.
Adam fue tratado con dureza en la escuela. Todas las mañanas, a las 5 de la mañana, se le despertaba para orar por la mañana con un chorro de agua fría en la cara, y también le gritaban y lo golpeaban. Adam se negó a quedarse en la escuela, y al principio su primo parecía estar de acuerdo en que debía irse.
Sin embargo, durante las siguientes vacaciones escolares, su primo lo llevó de viaje a la costa keniana. Y a su llegada, se le dijo a Adam que estarían abordando un barco para ir a Somalia. Adam entonces se dio cuenta de que iba a ser dejado en Somalia y obligado a «recuperar» su fe musulmana.
Adam huyó de nuevo a Uganda, y esta vez estaba solo. Consiguió un trabajo y ahorró lo suficiente para pagar la matrícula en un bachillerato cristiano, pero la educación cristiana no pudo superar su compromiso cultural y religioso de toda la vida con el islam.
Después de graduarse del bachillerato, Adam siguió adelante con su vida sin ninguna convicción religiosa real. Pronto se casó con una mujer somalí que estaba en proceso de emigrar a Canadá, y se enteraron antes de que se fuera de que estaba embarazada de su hijo. Planeaban que Adam emigrara como su cónyuge una vez que ella y su hijo se establecieran en Canadá.
Adam había estado en Uganda 10 años, y sus anhelos espirituales se habían desvanecido entre las exigencias diarias de la vida. Pero luego, alrededor de 2014, se reunió con un amigo cristiano del bachillerato.
—Tengo un libro para que lo leas —dijo el amigo, sacando una Biblia.
—Ese no es un libro —respondió Adam irritado—. Es una Biblia.
Pero aceptó llevarse la Biblia, y comenzó a leerla con curiosidad. Pronto se encontró de nuevo buscando a cristianos somalíes con quienes hablar en línea, y volvió a ver la película JESÚS. A los 28 años, puso su fe en Jesucristo, y no hubo vuelta atrás.
AMENAZAS DE MUERTE
Sin miedo de mostrar su fe cristiana, Adam dejó de ir a la mezquita… y la comunidad somalí se dio cuenta. Fue denunciado desde el púlpito de la mezquita, y los líderes somalíes ofrecieron una recompensa a cualquiera que lo matara.
Una noche, cuando regresó a casa, sus vecinos le dijeron que su primo y un grupo de hombres habían venido a buscarlo con la intención de matarlo. Aunque sabía que su vida estaba en peligro, estaba más preocupado por lo que diría su esposa musulmana sobre su nueva fe cristiana.
Evitó sus llamadas todo el tiempo que pudo antes de enfrentarse finalmente a su inevitable pregunta: ¿Era verdad que se había convertido en cristiano? Cuando él confirmó el rumor, ella rápidamente le dijo que su matrimonio había terminado. «Ya no soy tu esposa —dijo—, y nunca volverás a hablar con tu hijo».
Él estaba desconsolado por la reacción de su esposa, pero la verdad de Cristo estaba firmemente plantada en su corazón. Sabía que Jesús era el único camino, y estaba dispuesto a renunciar a todo para seguirlo.
El rechazo de su esposa fue el comienzo del periodo más duro de su vida. La comunidad somalí lo rechazó porque era cristiano, los cristianos desconfiaban de él porque era somalí y quedó desilusionado al saber que los cristianos de su iglesia estaban yendo a bares después de la iglesia.
Pronto comenzó a cuestionar si su fe en Jesús valía la pena. «Estaba estresado y confundido», recuerda. Pero en ese momento, le presentaron al pastor Norman, un obrero de primera línea apoyado por VOM quien trabaja en las regiones fronterizas de Uganda cada vez más influenciadas por el islam.
Después de ser mentor de Adam durante unos tres meses, Norman lo ayudó a presentar una solicitud de ingreso para un programa de capacitación misionera. Al principio, los líderes del programa tenían preocupaciones de seguridad sobre admitir a un nuevo creyente somalí, ya que sospechaban que podría ser un espía. Pero, por recomendación de Norman, con renuencia permitieron que Adam se uniera a ellos.
SOMALÍ PARA JESÚS
Varios meses de capacitación en misiones seguidos de tres meses más de trabajo en misiones activas fueron revolucionarios para Adam. Había encontrado su vocación. Después de completar el programa, se unió al personal docente para capacitar a jóvenes con el fin de trabajar en el campo misionero.
Cada nuevo trimestre, recibe un nuevo grupo de jóvenes estudiantes de todo el mundo. Y aunque muchos se sorprenden de ver que su maestro es somalí, pronto descubren que ama a Jesús y que alcanza activamente a los somalíes en línea y en persona con el evangelio.
A principios de 2018, la esposa de Adam llamó y le permitió hablar con su hijo por teléfono. Aunque se han mantenido en contacto desde entonces, ella sostiene que lo aceptará de nuevo como su marido solo si regresa al islam. Adam todavía la ama, pero no le dará la espalda a Jesús. «Oren para que un día nos unamos de nuevo, pero como cristianos», dijo.
Adam recibe frecuentes amenazas de muerte, y por lo que sabe su primo todavía quiere matarlo. Mientras tanto, continúa sirviendo a donde Dios lo llevó. «Dios tiene mi vida —dijo—, y si quiere que viva, viviré».
Quizá parezca un terrorista para otros en la región, pero Adam ha encontrado su verdadera identidad y propósito a través de la fe en Jesucristo.