Un pastor para los perseguidos
Nigeria

“La pasión de un pastor nigeriano por ayudar a cristianos desplazados lo lleva a una región traumatizada por los recurrentes ataques islámicos”.
Al noreste de Nigeria, donde sirve el pastor Ishaku Manawa, la muerte nunca está lejos. “Conozco a muchos que Boko Haram ha matado o secuestrado —afirmó—. No puedo contar el número de personas conocidas que Boko Haram ha matado”.
En 2014, el grupo extremista islámico tomó el control de partes de Nigeria, incluidas las dos ciudades más grandes del estado de Adamawa, donde trabaja Ishaku. Los militantes de Boko Haram han matado a miles de personas y desplazado a millones más en la región. El pastor dijo que, en una sola congregación, 37 miembros han muerto en ataques islamistas.
Hoy en día, el conocido grupo extremista opera principalmente en áreas remotas y subdesarrolladas. Pero sus miembros continúan lanzando ataques mortales, y la región sigue siendo especialmente peligrosa para pastores como Ishaku.
“No puedo decir que hay una sola cosa de la que le tenga más miedo —expresó—. Sé que, aunque me maten, heredaré el reino”. Aunque Ishaku ha trasladado a su familia a una zona donde los ataques son menos frecuentes, sigue ministrando a personas que huyen de los ataques de Boko Haram y a menudo viaja a zonas potencialmente peligrosas.
“Mi oración es que si Dios todavía tiene trabajo para mí, me mantenga vivo para hacerlo —expresó—. Dios siempre me ha protegido de ellos, yo los veo [a personas conectadas con Boko Haram] todos los días”.
Ishaku ha enterrado a muchos cristianos asesinados por Boko Haram, incluidos dos padres de familia y un pastor. Uno de esos hombres persiguió a los extremistas tras enterarse que su hija había sido secuestrada. “Decidió ir tras ellos —dijo Ishaku—, pero los terroristas le tendieron una emboscada. Le dispararon y lo asesinaron”.
El otro padre asesinado fue un hombre llamado Ishaya, él fue secuestrado junto con su hija pequeña. Los islamistas le ordenaron que negara a Cristo, y cuando se negó, lo mataron y después liberaron a su hija.
El pastor que mataron, conocido cariñosamente como Baba John, sirvió en el estado de Borno. “Atacaron su comunidad unas cuatro veces e intentaron matarlo —relató Ishaku—, pero fallaron”. Sin embargo, los extremistas no se rendirían. “Un día, vinieron y le dijeron que si aceptaba convertirse al islam, le perdonarían la vida —continuó Ishaku—. Les respondió que prefería morir; que sería más feliz si lo mataran por causa de Cristo. Su esposa estaba allí con él. La obligaron a atestiguar su masacre”.
Ishaku dijo que Boko Haram actúa por un sentido de yihad (lucha), o guerra santa contra los enemigos del islam, y muchos islamistas creen que cualquiera que no sea musulmán debe ser asesinado.
Para algunos yihadistas, matar a los seguidores de Cristo no es suficiente. Constantemente se burlan de los cristianos que no matan. “Los terroristas dicen cosas como: ‘¿Por qué corres? ¿No dice tu Biblia que serás asesinado por causa de Cristo?’ — agregó Ishaku—. Dicen estas cosas, las escuchamos todo el tiempo”.
A pesar de las continuas amenazas y de los asesinatos tan comunes, Ishaku sigue adelante. Está comprometido a plantar iglesias en esta región porque ve a Dios obrando; él sabe que la comunión entre los creyentes anima a quienes sufren los constantes ataques. Una de las maneras en que anima a las congregaciones que luchan es proporcionando ayuda práctica. “Recaudamos algo de dinero y construimos un cobertizo… para que la gente tenga un lugar de culto”, dijo.
Quienes huyen de los violentos ataques de Boko Haram normalmente no tienen nada más que la ropa que llevan puesta. “La gente está traumatizada —afirmó Ishaku—, por eso tienen muchos problemas. Mientras resuelvo un asunto, surge otro. La gente necesita sanar su trauma. No tengo tiempo para descansar porque hay demasiados problemas por resolver. La gente no tiene qué comer”.
La pasión de Ishaku es ir a donde la gente es perseguida, aunque sabe que su vida está en peligro. “Me gusta trabajar en las zonas de persecución —dijo—. Me gusta trabajar con personas que sufren por causa de Cristo. No soy feliz si disfruto [de mi vida] y ellos sufren”.

“Los pastores necesitamos oraciones. Que Dios quite el odio hacia los musulmanes de los corazones de los pastores, porque no se puede orar por quien se odia”.
Agradecido por el trabajo que Dios le ha dado de cuidar a los que han sido expulsados de sus hogares, Ishaku pide oración, especialmente por otros pastores que sirven en la región. “Oren para que Dios use la persecución como una razón para hacer su obra mucho más que antes —expresó—. Oren para que Dios nos proteja”.
Su iglesia cuida de 200 pastores que luchan por recuperarse del trauma causado por la severa persecución. “Los pastores necesitamos oraciones — añadió Ishaku—. Que Dios quite el odio hacia los musulmanes de los corazones de los pastores, porque no se puede orar por quien se odia. [Los extremistas] son personas como nosotros, y Dios puede usar a cualquiera”.
La esposa del pastor Ishaku apoya su trabajo de servir a aquellos que han sufrido a manos de los islamistas, a pesar de que él pasa semanas seguidas en el monte. Ella le dice que vaya, y ella y otros miembros de la familia oran por él mientras él está fuera.
Ishaku no tiene una motocicleta, y los taxis-bicicleta no van a donde él quiere viajar, así que camina. “Lo que me entusiasma es ir a las comunidades interiores a predicar la Palabra de Dios, áreas donde los cristianos son escasos —dijo—. Cuando tengo que caminar muchos kilómetros por el monte, hacia donde pueda encontrar personas con quienes compartir el Evangelio, me siento feliz”.